En el piano, en todos los instrumentos, a cualquier hora, lugar, bajo cualquier circunstancia y emoción que ocurren en nuestra vida…
Crear líneas melódicas, melodías, ¿es un tema que se estudia, se hace por intuición, por necesidad, porque te atormenta esa melodía en la mente, o sólo basta con saber los rudimentos de la teoría de la música y la armonía para que salgan a la luz con fluidez, o se generan espontáneamente sin ningún tipo de información musical previa, etc, etc?
Siempre fui muy respetuosa con los programas de piano que dictaban las Escuelas de Música donde trabajé durante muchos años.
Nunca hice diferencias entre los programas de mis alumnos del Conservatorio y mis alumnos privados… hasta que un día mi habitual y feroz cuestionamiento sobre la enseñanza de todo tipo entró en una verdadera crisis, se convirtió en un caos, y en ese momento decidí lanzarme a lo desconocido, al vacío; entonces realicé un “acto psicomágico”, como lo enseña el gran Alejandro Jodorowsky, para lanzarme con “consciencia y férrea decisión” a ese vacío, a ese desconocido…
Tomé todos los libros de enseñanza de piano para principiantes y alumnos en nivel intermedio, los libros de Teoría y Solfeo, los libros de armonía… lo sé! esto sí que fue un sacrilegio; meter a Hindemith y a Stravinsky en una caja…pues los coloqué a todos en cajas… Sellé las cajas con cinta adhesiva… les dije …”felices vacaciones y adiós!”…
Es como vender todo lo que poseemos y lanzarnos a recorrer el mundo en bici, como hacen muchos de mis héroes.
A partir de ese día, durante cada clase comencé a escribir ejercicios de lectura para las manos y dificultades de cada uno de mis alumnos… me vi en la necesidad de escribir 8, 16 compases para cada par de manitos…2,3,4 ejercicios en cada hora de clase.
Al mismo tiempo escribía ejercicios de polirritmia para cada uno, dependiendo de la dificultad que se presentaba en ese momento.
Aprendí a trabajar rápido… sobre la marcha. Sabía que no podía retroceder o si no fracasaba y sería horrible.
Así que me entregué incondicionalmente a la nada, al vacío; no tenía otra opción…¡Quemé los barcos!
Tenía que escribir líneas melódicas armonizadas para los ejercicios de lectura que iba a enseñar ese día, y a partir de ahí comencé a esparcir papeles de pentagrama y lápices por toda mi casa… hasta en el baño.
Poco después comencé a soñar con piezas completas, y me despertaba a las 2,3 de la mañana para escribirlas… una pesadilla… años sin dormir.
De esa época surgió la idea de estudiar líneas melódicas con mucha atención, desde obras medievales hasta Deep Purple, U2, Queen, Police, Coldplay, Rem, los hermanos Eno, Hans Zimmer, Nicholas Britell y miles más.
Oír, estudiar todo!
Sip. Escribir líneas melódicas requiere de un tratamiento especial y cuidadoso…
Un tratamiento de “observación” auditiva, sensorial, hasta física (que llame al movimiento corporal): notas cercanas, ideas sencillas, cónsonas y armónicas con nuestro cuerpo físico, con las escalas que conocemos y aquellos giros melódicos y armónicos que salen no sabemos de dónde, pero los escuchamos y tenemos que escribirlos… sonidos que, entrelazados nos mueven nuestras fibras, resuenan con nuestras experiencias de vida, con nuestros dolores, nuestras alegrías, con la vida que llevamos ahora y la que soñamos vivir mañana…
Podemos experimentar marcando una nota y dejarla que se propague en el aire libremente. Muchos de nosotros escuchamos varios armónicos, y eso hay que aprovecharlo pues es la oportunidad que le damos al sonido para que se mezcle con otros y entonces aparece… de la nada… hay que escribirla y rápido!
Eso nos ayuda a poner la mente en blanco… y poco a poco irán surgiendo las melodías que tenemos dormidas, escondidas en lo más profundo de nosotros… sin reglas… sin limitaciones… sin juicios… nos entregamos a ese blanco y escuchamos lo que nos quiere decir.
Eso sí! siempre lápiz y papel de pentagrama en mano, así que sigamos este viaje bien equipados… por si acaso…