Una vez que hayamos transitado por los principios fundamentales de la teoría de la música y la armonía, nuestra próxima estación será la composición.
Si seguimos una escuela convencional, iremos guiados por pautas ya establecidas de antemano, y quizás se hará más cómoda esta nueva experiencia, elaborando gran cantidad de ejercicios con interminables bajos cifrados en todas las modalidades y tonalidades posibles. Para este momento ya hemos adquirido por completo el dominio de todas las escalas y sus complementarios.
Sin embargo, en caso de que este gusanito nos atraiga quizás al punto en que nos llegue a atormentar pues insistentemente nos invite a explorar sus caminos, no escaparemos a esas grandes incertidumbres que aparecerán de pronto, queramos o no: … por dónde comienzo y qué estilo de música voy a escribir… hacia dónde me va a llevar esto… con qué propósito lo voy a hacer… para qué o para quién voy a escribir… y así continúa este limbo…
Algo que debemos considerar aquí es la inmensa capacidad que tiene nuestro disco duro, nuestro cerebro, de archivar y reproducir todo tipo de información, de maneras inimaginables e inesperadas, lo que en gran manera nos allana esta travesía de escribir música.
Aprovechando este banco de datos que ya traemos incorporado, abrimos las puertas y comienza la aventura: escuchando, estudiando, analizando todo lo que asimilamos, repitiendo una obra mil veces, hasta que comprendemos su ADN, su estructura, su principio-desarrollo-final, su A-B-A, A-B-B-A, en todas sus combinaciones, las innumerables versiones que se han hecho sobre esas obras.
Ya dejaremos de escuchar por escuchar y pasaremos a ser receptores, estudiosos y archivadores de información sonora, y a esto seguramente seguirá la necesidad de escribir; no sabemos para qué o para quién, pero eso es lo de menos. Se convierte en la necesidad de expresarnos a través del sonido.
Durante este trayecto, vamos cayendo en cuenta que hemos construido una base con toda la música que hemos archivado, y que nos sirve de soporte para nuestra creación, por lo cual, se hace imprescindible apartar un tiempo en el día a día que consideremos como un ritual, o como si fuera un ejercicio de yoga o un tiempo para hacer meditación, para escuchar y analizar música.
Podemos comenzar por escoger un periodo de la historia, buscamos los compositores más relevantes y tomamos anotaciones para registrar nuestras ideas o impresiones.
Ahora bien, muy importante; tengamos presente en todo momento que nuestro disco duro preferiblemente debe asimilar música que nos sirva como reservorio de información que necesitamos para nuestros ejercicios de composición; es decir, obras que han dejado una huella permanente y crucial en la historia de la música que hasta ahora conocemos.
Exploremos a JSBach, a Mozart y Beethoven, por ejemplo, como puntales o guías para comprender los fundamentos de ese vasto territorio armónico contenido en sus legados, y que nos ofrecen los sedimentos perfectos para definir y estructurar una obra, para darle sentido musical.
Así, cuando hayamos logrado que nuestras bases armónicas estén sólidas, nos lanzamos a explorar los periodos siguientes, que esconden paisajes sonoros espléndidos y llenos de otros colores y otras historias… También las historias y los cambios nos enseñan a componer…
Podemos considerar también, modificar nuestra intención al estudiar una obra en nuestros repertorios, es decir, que trabajemos la base de la lectura y todo lo demás para adquirirla en dedos, sí, pero simultáneamente analicemos su trayectoria desde el principio hasta el final; cómo el compositor la llevó de la mano hasta una coda, qué recursos usó para solucionar armónicamente una progresión, una resolución.
Y sí! Hay muchos compositores que nos enseñan perfectamente cómo diseñar una obra y darle un sentido musical completo, pero si queremos caminar por la aventura de componer, debemos permitir que los titanes de otras épocas marquen su huella en nosotros…
Abramos estas puertas y exploremos; no vamos a perder; por el contrario, nos ayudarán a centrar y desarrollar nuestra capacidad de percibir y concebir no sólo líneas melódicas, sino estructuras armónicas con peso específico.
Experimentemos, anotemos, y sigamos este viaje…