Muchos de nosotros padecemos esta enfermedad. Sobre todo si comenzamos a estudiar piano u otro instrumento desde pequeños, y por una u otra razón (no estoy llevando al paredón de fusilamiento a ningún maestro), pues esos errores quedaron archivados en nuestras memorias… A que sí?
Generalmente, esta enfermedad reaparece en dos casos: cuando decidimos dar clases del instrumento y debemos trabajar esa obra con nuestros estudiantes, y cuando vamos a tocarla como parte de un recital… La repasamos y ahí está! Aparece el fantasma!
Ahora bien, ¿cómo reparamos este error si ya lo tenemos bien guardado en el disco duro?
Durante años, muchos años, he escuchado que es imposible; que lo aprendido queda para siempre en nuestras memorias tal y como lo estudiamos (o lo vivimos), la primera vez, y si dejamos pasar uno o varios… quedarán esas marcas for ever!
Otra regla medieval que debe romperse!
Si tomamos la decisión de enmendar esos errores, el primer paso que debemos dar es colocar la partitura frente a nosotros, y si es posible, la misma sobre la que estudiamos aquella primera vez. Un psicólogo nos diría que debemos poner frente a nosotros el problema, identificarlo, reconocerlo, aceptarlo, etc, etc.
Entonces, comenzamos a releerla, con amor y cariño, muy lentamente, como si fuera la primera vez que se cruza delante de nosotros… como si nunca la hubiésemos escuchado si quiera. Y cuando llegamos al nudo gordiano, pues leemos esa parte muchísimo más lento que todo lo anterior.
¿Por qué? Porque una vez más, estamos “conversando” con nuestro cerebro; le estamos informando que lo que guardó en su “caja negra”, hay que desempolvarlo, revisarlo de nuevo y corregirlo nota por nota, en especial ese nudo gordiano, y muy lentamente y reestudiándolo de arriba a abajo, una vez que logremos tocar “limpio”, lo regresamos al archivo, no sin antes tocarlo una y otra vez para verificar que ese “fantasma” ya no está.
¿Alguna vez nos hemos sentado frente a una máquina de coser?
Cuando vamos a cerrar o “rematar” una costura, pasamos la aguja por el mismo sitio por lo menos 2 veces. Esto es exactamente lo que haríamos en la parte donde nuestro error quedó firmado y sellado en nuestras memorias… lo revisamos en detalle y lo repasamos varias veces hasta que quede “asegurado y como nuevo”.
Sé que se lee fácil, pero no, no lo es. Se trata de un ensayo y error; de probar una y otra vez hasta que el disco duro comprenda y asimile la corrección.
Esta es una de las situaciones más complicadas en las que nos encontramos algunas veces, pero aquí nos vemos en la necesidad o en la obligación de buscar soluciones, enmendar y seguir adelante.
Lo maravilloso de nuestros errores es que permiten recordarnos que no somos perfectos, pero podemos aprender a trabajar nuestro instrumento con mucho más amor y cariño… y atención. “Sin prisa pero sin pausa”, y explorando nuestro aprendizaje con mayor amplitud y precisión.
¿Cómo nos sentimos una vez que logramos corregir esos “fantasmas”?
Sigamos viajando…