Hay que construirlo. Debe funcionar.
No. No se trata de un espacio físico. Es un espacio que debemos construir dentro de nosotros, y aquí entran en juego diversas variables.
Si somos escépticos, seguramente veremos esto como un absurdo y totalmente innecesario. Pensaremos que basta con cualquier lugar donde ubiquemos nuestro instrumento para estudiar, así como cualquier hora que tengamos disponible durante el día, será suficiente y productivo.
Evaluemos nuestra rutina con atención.
Nos sentamos frente al piano, y si somos disciplinados calentamos dedos “rápidamente” para encender los motores. Tocamos lo que nos gusta para motivarnos y así podremos comenzar con energía. Retomamos el estudio, el fragmento o la obra que dejamos sin concluir ayer o hace dos días… o tres… y duermen en el atril.
Continuamos leyendo el compás que quedó sin terminar. Lo repasamos varias veces. Debemos continuar la lectura pero acabamos de recordar que hay una obra que amamos y que no tocamos hace un tiempo. La tocamos. Ahora no queremos continuar esa lectura pendiente y escogemos otra que ya casi tenemos terminada… porque casi está terminada…
La tocamos varias veces hasta el compás que nos falta… Nos prometemos que mañana lo terminaremos; por hoy es suficiente, pues ahora tenemos en nuestras manos otra que ya memorizamos y adoramos, y en este preciso momento queremos tocarla una y otra vez.
Ya es hora de levantarse del piano porque tenemos otras tareas o trabajo por hacer.
Se nos acabó el tiempo de “estudiar”.
Y así transcurren nuestros días, y el siguiente, y el siguiente…
Probablemente en estos momentos tenemos un repertorio relativamente extenso y complicado, nos demanda atención y continuidad, se nos hace cuesta arriba, y no vemos el día en que lo toquemos de arriba a abajo para pasar a otro más avanzado.
Cuando nos disponemos a estudiar, intentamos resolver todo lo que aún no tenemos asegurado en dedos, y terminamos con un fenomenal despliegue de partituras alrededor, sobre el piano, debajo del piano, dispersas en el piso… acabamos de ver que se han ido reproduciendo como por arte de magia, ¿a que sí?
Sin embargo, cuando tomamos la decisión de construir este espacio dentro de nosotros, en el que no vamos a disponer de un tiempo ilimitado, seamos sinceros, pero será un espacio exclusivo para estudiar y solucionar lo que tenemos inacabado, para resolver lecturas, técnica, memoria, velocidad, pedal, tempi… en este punto lo primero que debemos asumir es producir un cambio en nuestra actitud y reforzar la voluntad que nos mueve a lograr lo que queremos.
Metas cortas, pasos cortos… un dragón a la vez…
Entonces, el tiempo de este espacio debe ser a una misma hora, todos los días de la semana; tiempo y espacio en donde nada nos va a perturbar, nada nos va a presionar, nada nos va a apresurar; estaremos en solitario.
Poco o mucho tiempo, lo vamos a aprovechar al máximo, y para eso nos preparamos con antelación, mental y anímicamente; para aprovechar cada segundo sin dispersarnos ni divagar; para entrar en ese twilight zone especial que nos espera, y que muy probablemente nos irá cambiando sin que nos demos cuenta.
Es como un tiempo de meditación, por ejemplo, en el que nada ni nadie puede interferir, ni va a interferir.
Preparamos entonces, antes de entrar en “nuestro espacio”, la parte del repertorio que no está terminada, y lo dividimos de tal manera que, al cabo de 7 días (meta corta, un dragón), logramos uno o varios objetivos.
Lo más difícil primero, por partes, lentamente, hasta formar frases coherentes y sin fragmentos, y así se va construyendo el “edificio”; primero las bases, y luego el resto. Es como estudiar por etapas y a consciencia.
Todo esto va a producir progresivamente y sin darnos cuenta, un cambio trascendental en nuestro día a día, porque sabemos que a “esa hora”, entramos en nuestro “lab-oratorio”, sólo nuestro, en donde aprendemos y perfeccionamos esas obras que amamos, o que no amamos tanto pero que necesitamos para adquirir herramientas y niveles más avanzados, en donde va a surgir la necesidad de buscar e investigar, organizar y planificar un programa a consciencia, y desechar todo lo que no nos deja cambiar, avanzar.
Al cabo de un mediano plazo experimentaremos un resultado maravilloso: el de haber construido un espacio que se irá expandiendo conforme lo vayamos necesitando en nuestro cotidiano, porque se trata de un tiempo único del eterno reloj, que no le pertenece a nadie sino a cada uno de nosotros.
El amor por la música nos irá abriendo más espacios de estos, y nos irá ofreciendo nuevas búsquedas, nuevo conocimiento.
Entonces, sigamos en este viaje…