Me dolía demasiado la espalda a nivel de las dorsales, día y noche, hasta que me llegó el momento de la verdad… necesitaba mover el cuerpo de alguna manera y pensé: o nadaba o bailaba.
Ya había nadado en el Colegio, y la Danza me gustaba muchísimo. Desde que recuerdo, bailaba hasta sin música. Entonces me decidí.
Me inscribí en un grupo de Danza Contemporánea: Macrodanza.
Al principio sentía que me moría. Tenía el cuerpo paralizado del dolor. Poco a poco me fui conectando con el entrenamiento que hacíamos en clase, hasta que mi cuerpo comenzó a responder… y a cambiar…
Este entrenamiento consistía en estiramientos, colocación postural desde la cabeza hasta los pies, composiciones breves de movimiento, ejercicios de movimiento con los cuatro elementos, con nuestra sombra, entre otros muchos.
Re-aprendimos a “caminar”, a “sentarnos”, a mover el cuerpo armónicamente, a “mirar”, a gesticular la voz, a conectarnos con el “adentro” para proyectarlo hacia afuera. Siempre el lema era que, si adentro algo no estaba bien…inmediatamente esto se manifestaba afuera.
Mi cuerpo completo, mi “equipo”, iba cambiando. Mis dolores desaparecieron por completo. Sentía la sensación de ser más alta, y a veces ser como una tallo de bambú…Cada vez que aparecía un evento estresante o desagradable, mentalizaba el entrenamiento y las respiraciones que nos enseñaron y re-colocaba todo el cuerpo para “disolver” el rastro de ese evento.
Entonces decidí adaptar este entrenamiento al teclado, con repertorio muy específico para cada cuerpo, manos, mente y estados de ánimo. Tuve la certeza de que en mi oficio también necesitábamos un “entrenamiento” y no sólo eso, sino aprender a “colocarnos”, a “respirar”, y a conectarnos con el piano de tal manera que cada nota se proyecte y “diga” lo que necesita comunicar.
Allí comencé a fijarme en uno de los grupos que tenía más cerca además de los bailarines…los cantantes de Opera… cómo adaptan su cuerpo para proyectar los sonidos en diferentes pesos o intensidades… pp (pianíssimo), p (piano), mf (mezzoforte), f (forte), ff (fortíssimo), cómo hacían los crescendos, los decrescendos… Comencé a observar que no se trata de que “estoy frente al piano”, y mi único contacto con él son mis dedos, de las manos y los pies.
Cuando trabajo consciente con todo mi “equipo”, el sonido y el peso son distintos. Esto parece muy loco pero cuando lo experimentamos con nosotros mismos y lo convertimos en hábito, entendemos que para lograr un sonido “redondo”, un peso “redondo”, necesitamos colocar el “equipo” en la posición para proyectar.
La mayoría de nuestras vidas andamos con la cabeza desconectada del cuerpo. Por eso tenemos tantas dolencias, internas y externas. Si nos detenemos a pensar en esto, veremos que tiene sentido.
Es como estar viajando. Vamos con nuestro equipo a todos lados. Si no lo atendemos no podremos continuar con el viaje, porque nos veremos obligados a detenernos para atender dolencias que podríamos haber evitado si no hubiéramos atrevido a explorar nuestro “equipo”.
Sigamos este viaje…