Muchos conocemos este título como “Profesores ejecutantes de piano”, y lo recibimos ese día en el que presentamos nuestra evaluación final frente a un jurado examinador, marcando un antes y un después en nuestras vidas.
Regresemos al día en el que llegó nuestro examen de grado…
Cuando despertamos esa mañana, nos sentimos en una especie de limbo. Experimentamos una sensación de “… ¿y después de esto qué?…”, o algo parecido. Van transcurriendo las horas y las mariposas en el estómago crecen y se reproducen sin control.
Casi perdemos la consciencia sobre ese desconocido hacia donde nos vamos a lanzar, y no tenemos certeza de cuál será el resultado de lo que pasará cuando todo termine… seguramente entramos en modo psicoterror…
Sabemos que hemos trabajado muy duro, sabemos que tenemos en dedos y en memoria cada compás desde el principio hasta el final, pero igualmente nos sentimos caminando de puntillas sobre un desfiladero…
Quienes llegan a esta parte del camino y son optimistas, seguramente verán todo con absoluta seguridad y convicción de alcanzar la victoria… pero quienes somos PAS, personas altamente sensibles (y esto no es un privilegio; por el contrario, es un gran problema), fácilmente podemos sumergimos en un twilight zone en fracciones de segundos, y permanecer ahí durante quién sabe cuánto tiempo.
Lo cierto es que llegado el momento decisivo, el de presentar nuestro último examen, (visualicemos este instante, quienes ya hemos pasado por ese día), sabemos que no tenemos posibilidad de regresar y sentimos desde no sabemos dónde, ese “…sólo sé seguir…” ese tener la absoluta claridad de “… haber quemado los barcos…”
Cuando pasamos al podio y nos sentamos en el piano, inicia la cuenta regresiva, comenzamos a tocar en el orden en que lo hicimos ayer, la semana pasada, el mes pasado… y nos damos cuenta de que sólo estamos repitiendo el mismo training de siempre, pero esta vez se nos va la vida para lograr nuestra meta de obtener el grado y darle fin a esta larga etapa.
¿Sentimos de pronto que algo cambió, verdad? ¿Que no somos los mismos? Sip. Ese cambio es inevitable.
Entonces pasemos al día siguiente…
Sabemos bien que tarde o temprano aparece la “depresión post-parto”… ¿a que sí?, y a pesar de que muchos tienen muy claro el camino a seguir, probablemente nos encontramos con que una cosa es lo que imaginamos que haríamos como pianistas profesionales … y otra cosa es el real world…
Por suerte este oficio que escogimos, el de ser artesanos de sonidos, es completamente atemporal, es decir, seremos necesarios mientras la música exista.
Sin embargo, una vez que tenemos claridad en cómo nos vamos a desempeñar como pianistas, probablemente comenzamos a colocar en la balanza nuestros pro’s y contras… echamos una mirada hacia atrás para evaluar nuestros puntos fuertes, sí, pero inevitablemente saldrá a la luz aquello que nos falta; quizás uno o varios vacíos que tarde o temprano tendremos que cubrir.
Si tomamos la decisión de dedicarnos a la docencia… aún más rápido aparecen estas “sombritas”, pues caemos en cuenta de lo mucho que hemos tocamos y lo mucho que no sabemos transmitirlo a otros, con la palabra, con paciencia, claridad y efectividad.
Es entonces cuando la necesidad nos empuja a buscar, a explorar, al ensayo y error, a aprender a hacer evaluaciones muy claras sobre nuestro repertorio, sobre nuestro nivel de estudios técnicos, y sobre todo, nos vemos en la responsbilidad de aprender a hacer “empatía” y sincerarnos con respecto a nuestro territorio emocional. Sip.
Cuando decidimos componer, ser concertistas, directores de orquesta o de coros, igualmente veremos que a partir de esa o cualquier decisión que tomemos dentro de nuestro oficio, permanentemente nos veremos comprometidos a estudiar más y más, a investigar, a buscar, a escuchar y evaluar en miles y miles de versiones muchísima música, a descartar lo que no nos funciona, a complementar lo que sabemos con oficios que nos permiten mantenernos actualizados… la tecnología como uno de ellos…
Poco a poco sabremos con certeza de este camino inevitable de búsquedas y de estudio sin final, si deseamos navegar “encima de la ola”…
Revisar y aclarar nuestros punto débiles y vacíos y en base a este análisis, decidir si necesitamos otros maestros, y trabajar un repertorio general o uno temático, si requerimos un “refreshment” en nuestro entrenamiento técnico, si debemos comenzar a hacer anotaciones para evaluar nuestro territorio anímico, y en cómo incide en nuestro trabajo, si a favor o en contra, si vamos avanzando o estamos bloqueamos…
Somos “humanos”, de “carne y hueso”, unos más fuertes anímicamente que otros, unos más depresivos que otros, pero entregados totalmente a nuestro oficio.
Entonces, cabe revisar cómo inciden nuestros procesos interiores y nuestra capacidad como pianistas profesionales en aquellos a quienes ofrecemos nuestras destrezas, y de qué manera podemos “estar vivos y operativos atemporalmente”…
Sigamos entonces, este viaje…