A muchos de nosotros nos llega ese día, en el que simplemente nos sentamos en el piano y comenzamos a transcribir lo que escuchamos en nuestra mente.
Aprovechamos lo que tenemos a la mano; un papel de pentagrama, Nuendo, Protools, pero lo cierto es que sentimos con total certeza que debemos registrar esas ideas que hasta soñamos y nos despiertan a las 3:00 am.
No sabemos de dónde viene el detonante que nos impulsa a componer, pero lo que sí tenemos claro es que sin darnos cuenta, esto ya empieza a formar parte de nuestro día a día, y de pronto sentimos la necesidad de buscar y aprender más y más.
Conocemos a muchos autodidactas, quienes se han hecho super famosos como compositores y productores, claro que sí, y casi siempre su genialidad es espontánea; sin embargo, detrás de esta cualidad hay un generador, una base, un referente, ¿una experiencia de vida que haya dejado huellas tales que necesitan ser canalizadas o proyectadas a través de los sonidos?
Lo cierto es que este proceso se hace más fácil si estudiamos las herramientas adecuadas; teoría de la música, armonía y composición, sip, pero además, escuchar una y otra vez toda la música de la cual tenemos información.
Actualmente tenemos acceso directo a la música ancestral, a la más antigua que se ha podido registrar, debido a las importantes investigaciones y descubrimientos que se han hecho de pergaminos que contienen la notación musical medieval temprana, por ejemplo, o en base a las posibilidades estructurales de los instrumentos procedentes del antiguo Egipto, Asia, Grecia, se puede deducir el tipo de notación y armonía que se usaba.
Esta también es la mejor clase de composición que podamos recibir; aprender cómo los sonidos van mutando, depurándose a través de la historia, descubrir con cuál compositor o periodo nos cohesionamos naturalmente, y cuando llegamos al “Quinto Evangelista”, JSBach, nos detenemos para escucharlo una y otra vez.
Anotamos, estudiamos sus obras en el piano y las escogemos como guía, como bibliografía para nuestra búsqueda y aprendizaje.
Probablemente no será una sino varias obras de Bach, las que guardaremos en dedos como material de apoyo. Él fue el gran creador de los pilares de lo que hoy conocemos como armonía y composición, unificó y sintetizó toda la armonía que se conocía hasta ese entonces, lo cual quiere decir que, inevitablemente, si queremos hacer música, vamos a pasar por ahí.
Mozart, Beethoven, Chopin, Brahms, Rachmaninoff, y tantos otros grandes, todos caminaron por la huella de Bach; estudiaban, investigaban sobre el Clave bien Temperado, obra que formaba parte de sus vidas cotidianas.
Sabemos que antes de comenzar su trabajo, tocaban esta obra magistral de principio a fin; luego comenzaban a componer.
De tal manera que, aprovechemos lo mejor del hoy que estamos viviendo y todo lo que se nos pone a nuestra disposición.Componer en nuestro instrumento es una aventura que nos llama a investigar y escudriñar el pasado, el presente, y prepararnos para la música del futuro.
Sigamos este viaje…