Todo lo que producimos a lo largo de nuestras vidas queda impreso con nuestra firma autógrafa, con nuestra huella y sello personal; eso es lo que nos identifica y nos caracteriza.
En la música sucede lo mismo; cada quién en su ámbito y en su especialidad va dejando su estela, su marca. Ahora bien, ¿qué peso específico lleva cada una de esas firmas?, es decir, han cumplido una función y un propósito, por ejemplo al servir en la enseñanza de un instrumento, en la enseñanza de sus rudimentos y principios, y en su trayectoria y evolución en la historia de la humanidad?
Vivimos en un tiempo en el que el espacio y las oportunidades de aprendizaje ya no son infranqueables; internet nos conecta de una manera asombrosa, y nos permite acceder a un vastísima información, y sin embargo, cuando desempeñamos nuestro oficio, presencial o virtual, ahora más que nunca debemos estampar nuestro sello sirviendo con mayor dedicación y compromiso.
Nuestra responsabilidad al enseñar (lo que sea), al componer música, al producirla, aumenta cada día porque este tiempo nos necesita más que nunca.
El piano en nuestro caso, ya no consiste en mover los dedos lo más rápido posible o golpear el teclado hasta reventarlo… nop.
Se nos está pidiendo que cambiemos la dinámica de transmitir lo que hemos aprendido y explorado durante nuestras vidas; es ayudar a otros a abrir estas puerta y estos caminos para que seamos cada vez más, y podamos “firmar” con cada obra que interpretemos o enseñemos.
Entonces, ¿cuál es tu firma como pianista hoy? ¿Continuamos este viaje?