Para muchos sólo basta con sentarnos en el piano y estudiar horas y días completos para lograr dominar una obra tras otra y así ir cubriendo más y más repertorio a lo largo de nuestra vida útil, sin permitir que nada más se interponga en nuestro camino…
Queramos o no, en otra sección de nuestro “disco duro”, esa que hace que toquemos mecánicamente, van apareciendo preguntas, reflexiones, incertidumbres que bien podemos apagar inmediatemente, claro que sí!, pero una vez que salen a la superficie, se quedan allí, se instalan, esperando respuestas… ¿a que sí?
Preguntas similares a estas:
¿cómo funcionan nuestros procesos de entendimiento y asimilación de toda la información sonora que recibimos y manejamos a diario, como pianistas?
¿Nuestro cerebro sigue una y otra vez archivando y codificando sin filtro alguno?
¿Qué pasa en el territorio más íntimo de nuestra mente y nuestras emociones, que nos invita una y otra vez a tocar esta obra, por ejemplo, o desecharla, bloquearla, y encerrarla “bajo llave”?
¿Por qué nos sentimos identificados con una obra y con un compositor en particular?
¿Qué mecanismo gobierna nuestra emoción y nuestra sensibilidad, para lograr la dinámica, las texturas sonoras, la interpretación del material que tenemos en dedos ahora, o bien, para sentirnos desmotivados y abandonar todo?
¿Dónde se unen, y qué relación existe entre la historia y nuestra biografía, entre la biografía del compositor que estamos trabajando y nuestra leyenda personal, entre la leyenda personal que originó esta obra y nuestras memorias?
Probablemente nunca nos hemos formulado estas inquietudes, pero no descartemos que, en la medida en que nos adentramos en los territorios de la música, en los de la pedagogía o la composición, nos vamos planteando la posibilidad de establecer vasos comunicantes entre todos estos espacios que ciertamente están allí, ocultos, en los que estas y otras interrogantes anidan, por lo que tarde o temprano nos veremos en la necesidad de explorarlas, bien sea para poder desarrollar el potencial, las habilidades, la creatividad y las incertidumbres de nuestros estudiantes, o la nuestra.
Es por esto que nuestros procesos de experimentación y aprendizaje nos piden cada vez más buscar revisión, solución y reinvención permanente.
Es bien sabido que, si nos proponemos estudiar desde un principio a partir de las formas antiguas de la música, la literatura, la historia y la geografía de la tierra que conocemos hasta ahora, nos va a permitir agrandar nuestro espectro de comprensión y valoración de todo el acervo cultural que nos rodea, y alcanzaremos una mayor disposición para discriminar y examinar en nuestro “laboratorio interior” aquello que nos aporta mayor riqueza y disfrute sonoro.
Así, seguramente, terminaremos desechando todo o gran parte de lo que nos produce ruido y toxicidad, de tal manera que, si adquirimos este hábito, lograremos comprender más claramente el cómo y el por qué de nuestros procesos de aprendizaje, pues tenemos una huella impresa en nuestro colectivo que no podemos obviar.
Este es un maravilloso momento para analizar y apreciar la gran variedad de planteamientos originales e innovadores que la música actual nos ofrece, y que a la par nos puede servir de biblioteca y reservorio, para nutrirnos de nuevas ideas y depurar nuestra creatividad.
Los invito a aventurarse en el mundo sonoro de Ärvo Part (Paide, Estonia, 11 Septiembre 1935 – 86 años), Trevor Howard, los hermanos Eno (Roger y Brian), Olafur Arnalds, Hans Zimmer, entre otros genios que marcan la diferencia.
Nos están dejando un legado de exploración sonora muy enriquecedora para nuestro oficio como artesanos de sonidos, así que, no basta sólo con estudiar un repertorio tras otro… buscar y explorar será inevitable y también forma parte del estudio y el entrenamiento cuando estudiamos piano, o cualquier otro instrumento…
Aprovechemos, y sigamos el viaje…