A medida que vamos avanzando en el estudio de nuestro instrumento, muy sutilmente vamos transformando la visión y percepción de nuestra vida, de quienes nos rodean, y del resto de las actividades que hacemos en el día a día…
Este es un proceso interior y único para cada uno de nosotros, y si bien es cierto que iremos escogiendo aquello que es más consonante y análogo con nuestro desarrollo, y no necesariamente cambiamos unas cosas o personas por otras, difícilmente dentro de este camino tendrá cabida alguien más.
A mediano plazo comenzarán las preguntas y cuestionamientos, así como las búsquedas hacia más conocimiento, en donde muy probablemente acudiremos a la historia para enterarnos de los pormenores de todo aquello que está pasando por nuestras manos.
En este trayecto y sin darnos cuenta, somos moldeados por las obras de JSBach, Scarlatti, Mozart, Beethoven, Brahms, hasta que nos encontramos con “la hora de la verdad”: Fryderyk Franciszek Chopin y Sergei Vasilyevich Rachmaninoff.
Chopin nace en Zelazowa Wola, a 50 km de Varsovia, Polonia, el 1 de Marzo de 1810, y Rachmaninoff nace en Novgorod, a 2 horas de Moscú, Rusia, el 20 de Marzo de 1873.
Épocas distintas, pero fuertemente marcadas por acontecimientos nefastos en la historia de esos países.
Ambos deben salir de su patria y a lo largo de sus vidas sentirán la gran añoranza por la “amada Polonia” y la “Madre Rusia” respectivamente.
Este vacío, esta nostalgia, la geografía, las tragedias y depresiones, las costumbres de estos países, todo lo sentimos en cada nota que estudiamos en sus obras, y es por esto que cuando hacemos contacto con ellas, con un estudio, un preludio, queramos o no nos empapamos de todas estas historias y paisajes.
A nivel pianístico nos encontramos con una tremenda responsabilidad en esta “hora de la verdad”, pues aquí nos medimos y nos templamos por completo.
Este proceso interior que venimos experimentando se ve intervenido con un contenido armónico tan profundo y muchas veces doloroso, que no sólo nos sigue haciendo mella, sino que va calibrando nuestro nivel técnico, la capacidad que vamos adquiriendo en nuestro mecanismo de articulación, en lo que hemos aprendido e integrado como proceso interpretativo.
Chopin y Rachmaninoff nos van a mostrar claramente lo que nos falta en dedos, lo que nos falta comprender musicalmente, lo que no sabemos sobre el tempi y las sonoridades, sobre las progresiones armónicas, sobre la técnica del pedal, pero quizás lo más importante es que nos hacen ver que no vamos a pasar de lado por ellos: ellos van a pasar a través de nosotros y se quedarán en nuestras vidas y nuestro cotidiano.
Tendremos que investigar sobre el pasado, en la historia; entraremos de una manera en sus obras y saldremos convertidos en otros seres, como siempre sucede cuando nos sentamos en el piano a trabajar aunque sea una simple escala.
Estos titanes no permitirán que pasemos de largo frente a ellos; tendremos que sentarnos a sincerar nuestra técnica y todo el aprendizaje que nos ha llevado hasta ellos…
Ambos fueron grandes virtuosos.
Rachmaninoff tenía una extensión de 13 notas en ambas manos… medía 1.98 mts.
Chopin tenía una hiperarticulación y dominio absoluto sobre pesos y sonoridades, a pesar de su tuberculosis.
Así, cuando la vida nos presenta a estos dos grandes, o aceptamos el reto y el cambio que producirá en nuestras vidas, o renunciamos y nos perdemos esta enorme oportunidad…
¿Entonces, seguimos este viaje?