Si necesitamos buen ánimo, alegría, coraje y claridad para seguir, pues buscamos las oberturas de sus óperas y las escuchamos todos los días abriendo nuestras mañanas, y poco a poco la visión de lo que nos rodea va a adquirir otros colores y por supuesto, otra energía.
Hagamos este experimento de oberturas: comencemos por “La Flauta Mágica, Las Bodas de Fígaro, Idomeneo y Don Giovanni“. Sólo con estas cuatro sentiremos que la música nos invita a ir más allá de lo que vivenciamos en nuestro cotidiano desde la mañana a la noche.
Mozart tenía hasta los límites imposibles para un humano, un alma muy profunda, analítica, sensorial, luminosa, eléctrica, y sin estar exento de sus dolores, tragedias y enfermedades (que fueron muchas y a lo largo de su corta vida). Probablemente la música le sirvió de vehículo para fijar las bases de sus necesidades de expresar y drenar…
Todo esto lo comunicó compás por compás en cada una de sus obras, y sin embargo, cuando escuchamos unas tras otras las oberturas de sus óperas, algo pasa… comprendemos que si bien es cierto que estamos de alguna manera atrapados en nuestra época tal y como él lo estaba en la suya, podemos añadir aquello que nos ayude a marcar la diferencia; antes nos sentíamos de una manera, y cuando nos vamos impregnando de Mozart nos vamos llenando de la otra cara de la vida, de las ideas y de las ganas.
Mozart nos llama a crear, a salir de nuestra zona de confort y reconocer nuestra necesidad de encontrar caminos nuevos, difíciles, inconcebibles; sentimos que todo es posible y podemos acceder a ello tarde o temprano siempre y cuando no abandonemos por decepción, desengaño y frustración… nuestros grandes enemigos.
Cuando nos encontramos con su Réquiem será demasiado tarde retroceder. Habremos caído en sus redes. A partir de allí, sus conciertos para piano y orquesta, sus sonatas, sus cuadernos, se convertirán en una medicina para nuestros propios dolores. Sentarnos en el piano a estudiar sus innumerables escalas, arpegios, ornamentos, giros armónicos enloquecidos y hasta fantasmales que creemos imposibles y que pasan por nuestros dedos, a través de nuestros dedos, allí es donde nos impregnamos de su halo y comprendemos que la música, sea cual sea el instrumento que la produce, es el alma del planeta, es lo que nos mantiene cohesionados, seamos quienes seamos y estemos donde estemos.
Seguimos este viaje de búsquedas y encuentros…