Estos “nuestros queridos momentos” que en realidad nos hacen imaginarnos cualquier barbaridad cuando tenemos un compromiso para presentar una obra y nuestra mente está agotada, en el planeta de al lado, o en nuestro espacio interior atendiendo un sueño o un anhelo que no tiene ninguna relación con la tarea de tocar esa obra… y sufrimos…
Pero aun así es bueno que le llamemos así: “nuestros queridos momentos”.
¿Por qué? ¿Si nos quitan tiempo y nos producen angustia y ansiedad?
Porque representan, aunque no lo veamos, momentos de gran cambio y transformación dentro de cada uno de nosotros.
Allí cuando experimentamos desazón y un fuerte sentimiento de pérdida de objetivos, cuando nos sentamos en el piano a trabajar y es imposible completar un estudio, un preludio, una escala, es entonces cuando debemos acudir al “ojo que todo lo ve”, que vive precisamente en el fondo de ese espacio que nos pertenece y al que nunca escuchamos o miramos y tiene todas las respuestas que necesitamos.
Quiere decir esto que, si en medio de nuestro desastre nos abrimos un poquito y nos permitimos conectar y dejarnos llevar por nuestra cualidad natural de atender, enfocar, escribir puntualmente eso que nos sucede para reconocerlo y solucionarlo, desechando pensamientos y sensaciones involuntarias que entorpecen el logro de nuestro objetivo: terminar una obra, aumentarle la velocidad, memorizarla y “hacerla nuestra”, que realmente nos pertenezca de principio a fin… ¿qué puede suceder? ¿what if?
En realidad, el arte y en nuestro caso, la música, es uno de esos regalos que el universo nos ofrece para abrir compuertas y “sanar”; a través de ella podemos viajar a través de las partituras, de los sonidos que recreamos de las historias de tantos compositores y sus épocas?, o de nuestras composiciones, de los sonidos que creamos a partir de no sabemos qué parte de nosotros…
Cuando nos sentamos frente al atril de nuestro instrumento, comenzamos nuestro entrenamiento, escogemos aquella obra que vamos a trabajar ese día… estamos haciendo un ritual y no una rutina más o sin sentido ni propósito; toda nuestra energía y ánimo están despiertos y atentos ahí, y por supuesto que este tiempo íntimo y especial no debe formar parte de nuestra cotidianidad; debe formar parte de nuestro plan, de nuestra meta personal de crecimiento y felicidad, que se va haciendo como la artesanía: un día a la vez o un dragón a la vez?…hasta que terminamos de darle forma y la completamos.
Ahora bien, no termina aquí; cabe preguntarnos:
¿qué calidad de entrenamiento hacemos para impulsar el desarrollo de nuestras manos? (anotemos).
¿Tocamos mecánicamente todo lo que ya nos sabemos, sólo para “calentar dedos”? (anotemos).
¿Nos apresuramos en esta primera etapa, porque queremos llegar a nuestras piezas favoritas? (anotemos).
Mientras tocamos, ¿nuestra mente viaja a todas las actividades que tenemos por hacer después que terminemos ésta?
¿Nuestra mente vuela y juega con nosotros? (anotemos).
¿Con qué ánimos terminamos esta actividad? (anotemos).
Sí. Anotemos, como si fuera un diario, porque allí vamos a ver reflejados los resultados de nuestro avance, lo que tenemos que corregir, lo que ya está resuelto y el por qué perdemos el foco en ciertas obras…
Tanto el tiempo como la energía y atención que dedicamos es esencial, porque es el vehículo del cual disponemos para conectarnos con esta gran curandera: la música.
Una vez que logramos mantener aunque sea un corto tiempo de concentración en nuestro estudio, vamos descubriendo realmente cuáles son las fallas que debemos corregir… no pasarán por alto, y el resultado se verá a corto plazo.
Nuestro ánimo y creatividad aumentan, y comenzamos a sentir la necesidad de buscar más información y más música para tocar, más obras que nos impongan un reto para subir otro escalón… nuestras fallas de teoría, de armonía, de técnica (trabajemos mucho a JSBach y a Mozart), se van aclarando porque con la práctica nace la inventiva, y si nos convertimos en buscadores hallaremos soluciones.
Así que no tenemos tiempo para permitirle a nuestra mente que divague; no le demos la oportunidad para que genere en nosotros desazón, desaliento.
Este es un tiempo maravilloso para solucionar y avanzar.
Tenemos a la gran curandera de nuestro lado: la música!
Pues sigamos este viaje…