Entre todas las obras que se han escrito para el piano, hay unas cuantas que nos tocan todas las fibras y con las que nos sentimos totalmente identificados, tal y como si hubiéramos estado en el mismo espacio y tiempo en las que fueron escritas, en la misma época, y visualizando las circunstancias por las que pasaba el artífice de esos sonidos tan maravillosos.
Por suerte, hoy internet nos permite acceder rápidamente a la parte de la historia que se desarrollaba en ese y en muchos momentos, y así podemos conectamos con un gran mapa histórico para comprender más claramente el lenguaje y el trasfondo de nuestra obra preferida, así como los eventos que experimentaba nuestro compositor y sus contemporáneos.
Este tiempo nos ha concedido la oportunidad de estudiarlas y compararlas en diversas ediciones, reproducirlas en innumerables versiones, analizarlas y aprender de ellas para hacer nuestros propios trabajos de composición, y para enseñarlas a nuestros estudiantes con una visión mucho más amplia que en épocas anteriores.
Ahora bien, la pregunta es: ¿cuál de esas maravillas escogemos para trabajar en este preciso momento?
Sólo buscamos en la web, la conseguimos en PDF, y nos sentamos con ella en el atril de nuestro instrumento. Sin importar qué nivel de técnica e información tengan nuestros dedos, nuestro “disco duro”… vamos a comenzar a estudiarla!
De pronto, empiezan a aparecer dificultades en la base de la lectura, en la parte técnica que nos demanda la obra, y ese es el momento “mágico” en el que no debemos desertar… debemos aprovecharlo al máximo, y es muy importante y sabio reconocer que necesitamos más herramientas y debemos buscarlas.
Esa composición es la ventana que se abre para que nos activemos y comencemos a estudiar para adquirir nuevas destrezas, y conozcamos más sobre nuestro instrumento y sobre el nivel pianístico en el que nos encontramos, y es por esto que debemos revisar muy lentamente con nuestro “microscopio”, con nuestro “ojo que todo lo ve” y compás por compás, todo aquello que necesitamos para lograr el objetivo: tocar nuestra obra favorita… y así va a aparecer dentro de nosotros la necesidad de convertirnos en buscadores, en investigadores.
Entonces, abriremos un camino desconocido, pero sabiendo que estamos cumpliendo un propósito y llenando una buena parte de la vida con contenidos que nos van a generar más información y más destrezas por adquirir.
Siempre necesitamos una guía. Pero la iniciativa es como la flecha colocada en el arco.
Sigamos el viaje.