Amamos la música, pero no la conocemos tras bambalinas. Tomamos la decisión de comenzar a estudiar piano. No tenemos idea de cómo se estudia.
Es un mundo desconocido, nos puede atemorizar, pero sentimos que es maravillosa y sanadora para nuestras vidas, así que no vamos a claudicar.
Hay miles de formas de aproximarse a ella, quien siempre nos recibe con los brazos abiertos, y tiene caminos ilimitados para llegar al fondo de su sabiduría.
Nos preguntamos por qué ha perdurado a través de todos los tiempos, durante todos los periodos de la historia. Es asombroso ver que hay obras “inmortales”, que pasan intactas o casi intactas de generación en generación, y así continuarán en la línea eterna del tiempo.
Como si estuviéramos en una clase de cata de vinos, generalmente comenzamos por conocer sus elementos esenciales: los sonidos; aprendemos a identificarlos y colocarlos entre líneas y espacios, a ubicarlos en el teclado, a interpretar con esos sonidos infinidad de formas rítmicas y melódicas, y a mantenerlas con un pulso constante y regular; identificamos sonidos naturales, sonidos alterados, aprendemos a combinarlos, a organizarlos en sucesiones lógicas desde los más graves hasta los más agudos… desde los más agudos hasta los más graves…
Y aquí comienza el trabajo con nuestras manos.
Poco a poco vamos comprendiendo que tienen un mecanismo de articulación que hay que desarrollar, perfeccionar y acoplar entre ellas para dar forma coherente a lo que producimos en el teclado.
Comenzamos a leer partituras, a darle la oportunidad a nuestro cerebro, nuestro disco duro, para que comience a procesar una información que antes sólo escuchaba; ahora la lee y la reproduce a través de nuestras manos.
Es una forma muy avanzada de información que cuando se presenta, no se debe desaprovechar. Es como viajar al espacio exterior.
Esta información producirá en el tiempo, cambios medulares en nosotros, en nuestra psique, en nuestra alma; nos convertirá en buscadores; nos abrirá el “amplio espectro”; nos hará sentir la necesidad de saber más y más y más, y a aceptar que no todo lo que parece ser definitivo lo es, porque todo se somete a cambios constantes, como los sonidos.
Sigamos viajando con los sonidos…