Todo lo que somos y producimos a lo largo de nuestras vidas queda impreso con nuestra firma autógrafa.
Cuando lo analizamos de esta manera caemos en cuenta de que nuestras acciones no serán llevadas por el viento; nuestra huella y sello personal dejará muchos trazos en el camino; eso es lo que nos identifica y nos caracteriza.
En la música sucede lo mismo; cada quién en su ámbito y especialidad va dejando su estela, su marca.
Este es un momento propicio para revisar qué peso específico lleva, o ha dejado, cada una de nuestras firmas, si han cumplido el propósito y el objetivo que hemos visualizado, por ejemplo al servir en la enseñanza de un instrumento, al compartir sus rudimentos y principios, al comunicar a otros su trayectoria y evolución en la historia de la humanidad…
Vivimos tiempos en que los espacios y oportunidades para el aprendizaje de cuanto deseemos ya no son infranqueables. Internet nos conecta casi inmediatamente con todas las posibilidades y nos las coloca en nuestras manos. Nos permite acceder a una vastísima información que podemos aprovechar en su totalidad. Sin embargo, cuando desempeñamos nuestro oficio, presencial o virtual, ahora más que nunca debemos estampar nuestro sello sirviendo con mayor dedicación y compromiso.
Nuestra responsabilidad al enseñar (lo que sea), al componer música, al producirla, aumenta cada día pues este tiempo nos necesita más que nunca y debemos estar actualizados permanentemente.
En nuestro caso, como hacedores de sonidos, se nos está pidiendo que transformemos la dinámica que venimos empleando para transmitir lo que hemos aprendido y explorado como músicos a lo largo de nuestras vidas.
Ahora se trata de ayudar e incentivar a otros a conectarse con esa búsqueda interior que invita a abrir las puertas y caminos del conocimiento de la música, para que cada vez seamos más.
Así podremos estampar una vez más nuestra firma en cada obra que interpretamos o enseñamos, y en cada información que compartimos con otros.
Ya no se trata entonces de un trabajo individualista en el que para brillar y ser excelentes, basta con mover los dedos lo más rápido posible o enloquecer golpeando el teclado hasta reventarlo… nop.
Las demostraciones de temperamento y fuerza las dejaremos para otros oficios, aun cuando muchas obras nos demandan intensidad y fiereza en nuestro instrumento, es verdad, pero nunca debemos perder el objetivo principal, y es que sólo somos intérpretes, transmisores de lo que otros han escrito, e igualmente este es un buen tiempo para hacer empatía con la historia y la emocionalidad de aquellos a quienes interpretamos.
Examinemos pues nuestro camino como músicos y abramos más puertas para dejar buenas huellas, buenas firmas…
¿Cuál es tu firma como pianista hoy?
¿Continuamos este viaje?