Cuando decidimos dedicarnos a la música y estudiar un instrumento, no estamos totalmente al tanto de saber que, a partir del momento en el que iniciamos y a corto plazo, entraremos en contacto con el pasado, con la historia.
Nos guste o no, vamos a buscar las destrezas que necesitamos adquirir en las raíces y las huellas que muchos compositores nos dejaron impresas, y que seguimos estudiando y analizando hoy en día… y creemos que hacia el futuro también será así.
Ellos nos legaron la base técnica, melódica, armónica de toda la música que conocemos y en cuanto comenzamos a dar nuestros primeros pasos en un instrumento, los estudiaremos para entrar de lleno y conectarnos con este mundo tan particular, y poco a poco iremos modificando nuestra percepción y apreciación de la música que conocíamos hasta ese momento.
Uno de nuestros primeros aprendizajes es el de leer en pentagramas y comprender el mundo ilimitado de la rítmica que sirve de base a todos los sonidos que conocemos hasta ahora. Así pasamos poco a poco a darle vida y forma coherente a una obra, de principio a fin, probablemente escrita por uno de nuestros grandes antecesores, para luego asimilar y lograr en dedos los diferentes pesos que representan lo que llamamos sonoridades, y convertirla en casi un lenguaje hablado y poético cuando hacemos uso del tempi.
Finalmente la memorizamos y vamos aumentando progresivamente la velocidad, si es el caso; en este punto nuestro mecanismo de articulación comienza a acoplarse con el teclado, y adquiere balance y equilibrio para interpretar lo que el compositor dejó escrito.
Unido a esto, vamos descubriendo quién fue Bach, por ejemplo, Mozart, Beethoven, e inevitablemente, si estudiamos la mal llamada música clásica, tendremos una aproximación a todos, o a la mayoría de los compositores que vivieron en los periodos de la historia que conocemos, y representan nuestra “biblioteca” de conocimientos.
Nos preguntamos entonces, qué música debemos guardar en nuestros archivos para que, escuchándola una y otra vez nos sirva de reservorio, de material de apoyo y consulta, que nos sirva de aliento y esperanza, y nos ayude a generar más ideas melódicas y armónicas.
Asi mismo, pensemos en “estudiar” detenidamente y guardar en nuestra memoria esas grandes sinfonías, óperas, suites, conciertos para diversos instrumentos y orquesta, obras de música de cámara, y tantos otros tesoros que hemos recibido como herencia, de tal manera que nos invite a ampliar nuestras posibilidades de encontrar y configurar nuestra propia “marca personal”, nuestras preferencias y tendencias… nuestro campo de conocimientos…
Tenemos un amplio espectro para escoger, sin embargo, los grandes como Bach y Mozart serán, entre otros, los guías que necesitaremos para determinar qué sí y qué no en la música.
Si deseamos avanzar en nuestras búsquedas, tenemos hoy en día todas las posibilidades de escuchar innumerables versiones de la misma obra, añadiendo a esto toda la música que se está haciendo y que a nivel estructural y armónico nos ofrece la gran oportunidad para extender nuestros archivos…
No es difícil, y al final del camino lo agradeceremos…
Sigamos este viaje…