Podemos llamarlos también… ¿Cambios de rutina?
Son muchos más, pero en esta ocasión compartimos tres de estos hábitos que mejoran la calidad de nuestro aprendizaje en la música… y en todo lo demás:
1- Levantarnos entre 5 y 6 am, y preferiblemente a las 5 am. Esta es la “hora mágica”.
Bien sabemos que nuestra actividad es totalmente sedentaria. Permanecemos sentados en el piano durante horas, un día tras otro, semanas y años enteros de nuestras vidas, y tarde o temprano nuestro cuerpo nos pasará factura de alguna manera si no hacemos algo al respecto, pues no fuimos hechos para ser seres estáticos e inmóviles, pero al escoger oficios como este que nos ocupa más de la mitad de la vida, pues irremediablemente estaremos sentados un buen rato.
Entonces nos levantamos y nos quedamos en pie con los brazos colocados a lo largo del cuerpo por unos minutos, respirando, sin movernos.
¿Para qué? Para sentirlo y escucharlo, para dejarlo en libertad absoluta de moverse si lo necesita y como lo necesita, sin reglas, para darnos cuenta de cómo se siente esa mañana, y comenzar a comprender que cada movimiento espontáneo que surja, es el que corresponde hacer en ese instante.
Sabemos que hay gran variedad de estiramientos y ejercicios de calentamiento para pianistas, violinistas, flautistas, cantantes… y muchos siguen estas “recetas” sin dar la oportunidad de escuchar lo que nuestro cuerpo en verdad nos pide, sobre todo al levantarnos, cuando todavía estamos en reposo, o antes de sentarnos a estudiar en el piano.
Un estiramiento, un movimiento forzado e indebido sin conectarnos primero con lo que nuestro cuerpo físico precisa hacer… y lo lamentaremos con toda seguridad.
2- Antes de ponernos en movimiento, es muy importante discriminar entre lo que tenemos que hacer y lo que queremos hacer.
Si inevitablemente lo que tenemos que hacer no nos gusta, pues antes de esto y a manera de terapia, nos sentamos en el piano y muy lentamente tocamos una escala, en la tonalidad que más nos hace felices (tenemos una tonalidad que amamos, cierto?); la comenzamos con un crescendo desde el “p” y la llevamos al “mf”; luego descendemos en decrescendo y la repetimos varias veces en esta forma (lentamente), como si fuera un juego.
Si adoptamos este hábito poco a poco, descubriremos que hay más escalas que nos producen felicidad, y las necesitaremos añadir trabajándolas con esta dinámica de cresc. y decresc.; así mediremos con qué peso y articulación amanecieron nuestros dedos. No todos los días son iguales.
¿Por qué las escalas? Porque, como son una sucesión de sonidos ascendentes y descendentes, anímicamente nos van invitando a impregnar el día que comienza con una energía y una disposición distintas, sabiendo que tendremos “subidas y bajadas”, unas más luminosas que otras, pero nuestras horas ya tendrán la huella de esos sonidos maravillosos que hicimos a manera de “juego”.
Con esto vamos “ayudando a nuestro día” a comenzar con ese ánimo y esa “vida” sonora, y esos “no” que nos limitan irán diluyéndose poco a poco: se convertirán en un Re, en un Sol, en un Do… ¿Y qué pasa si…?
Parece tonto e inútil, pero hasta una pequeña acción en cualquier actividad que desplegamos en nuestro cotidiano nos puede disparar un bajón de energía, y así perdemos la oportunidad de lograr grandes avances en un gran día, al igual que parece tonto comenzar una actividad que no queremos hacer pero no nos queda más remedio, anteponiendo una escala en crescendo y en decrescendo… sip, pero no perdemos nada con experimentarlo, al contrario: podemos llevarnos muchas sorpresas en el camino.
3- Comenzar un diario. Escribir, anotar todas las ideas que nos lleguen, así sean las más disparatadas. No permitamos que se las lleve el viento pues no sabemos si una, o la suma de ellas, nos mostrarán una solución, un nuevo camino, la nueva oportunidad que estamos buscando en este momento.
Igualmente en nuestro diario podemos organizar un horario para estudiar, así como también podemos escribir un plan para trabajar por partes el programa que tenemos en este momento, o aquel que deseamos lograr en dedos: lo más difícil primero; lo que menos tenemos seguro lo estudiamos primero y por partes, y asignarle un tiempo: 30 minutos máximo. Si no lo logramos, sin darnos cuenta lo avanzamos. Mañana será otro día. Todo esto lo tenemos que escribir y así lo dejamos registrado… en el papel; con lápiz y papel.
Este ejercicio nos va haciendo descubrir que contamos con más herramientas y destrezas de las que creemos tener, habilidades que no sospechamos que están allí; el nuevo hábito de escribir en un cuaderno dejando impresa nuestra huella del día a día, al cabo de un tiempo será sin darnos cuenta hasta un material de consulta muy valioso para nosotros, y para otros.
Escribiendo, trabajamos en nosotros mismos, poco a poco identificamos nuestras limitaciones, nuestras fallas, y aquello que necesitamos adquirir para lograr nuestro plan.
No sólo registramos nuestros pensamientos sino que establecemos las intenciones que queremos materializar, y anotamos y decantamos lo que realmente nos importa, lo que realmente necesitamos.
Nada perdemos con hacer que estos hábitos formen parte de nuestras mañanas y nuestro resto del día; transcurrido un tiempo tengo la seguridad de que sentiremos que aprovechamos de una manera muy distinta y mejor toda la música que estudiamos. Comprendemos desde un amplio espectro el mundo de los sonidos y todo lo que nos rodea… sentarnos en el piano ya será otra experiencia mucho más completa…