En algún momento de nuestras vidas nos encontramos en esta disyuntiva; es como un callejón sin salida. Como un punto ciego en el que estamos.
No avanzamos, no aprendemos nuevas formas para abordar y solucionar eventuales problemas o trabas que se nos presentan en nuestro repertorio y en nuestras manos: estamos detenidos en el tiempo.
Pasan los días y la falta de ánimos va in crescendo. No encontramos la información que necesitamos para avanzar. ¿Qué hacemos? Comencemos a buscar.
En primer lugar, debemos “observarnos”, y revisar objetivamente todo lo que estamos haciendo en el piano. Qué estamos tocando, cómo lo estamos tocando, qué dificultad se nos presenta que no podemos superar, así como también debemos revisar en detalle todo lo que ya hemos tocado, lo que tenemos en dedos. Anotemos; hay que escribir todo y bien especificado, como si fuera un diario.
En este punto estamos en la obligación de hacer un balance, un corte de cuentas, y definir qué nos falta y qué vacíos tenemos, por lo cual no podemos dar un paso hacia adelante y abordar nuevas obras, o aquellas de mayor envergadura que deseamos tocar sabiendo que no tenemos el nivel para estudiarlas.
Generalmente el problema se deriva en la parte técnica, es decir, en el entrenamiento que vamos adquiriendo y que deberíamos trabajar a diario.
No se trata únicamente de hacer escalas y arpegios, y uno que otro estudio técnico. El foco central es determinar qué es aquello que me falta, y que no me permite dar ese paso hacia adelante.
Si observamos con atención nuestro programa de estudio, descubriremos que la línea coherente o lógica de compositores que tenemos asignados, está truncada en algún punto: nos falta un estudio técnico específico para resolver una parte de nuestra sonata, nos falta un grupo de obras de JSBach para resolver un problema de memorias, o de una combinación de digitaciones específicas en una parte de un estudio de Chopin…
Se trata de una cadena de la cual somos parte activa, y somos la generación actual. Esto quiere decir que en nuestro siglo XXI disponemos de una gran ventaja, porque ya podemos planificar a consciencia un programa coherente que nos permita técnicamente y a nivel interpretativo, depurar las obras que se han escrito y de las cuales somos sus comunicadores.
Podemos darnos el lujo de tener en dedos un Hanon, un Czerny, un Bach, un Scarlatti, un Mozart, un Schubert, un Debussy, un Ginastera, un Phillip Glass, un Olafur Arnalds, y todos sus contemporáneos… podemos abarcar periodos distintos de la historia de la música pues ahora lo tenemos servido frente a nosotros y a nuestra disposición.
Cabe decir entonces, que los vacíos y fallas que experimentamos, hoy en día son subsanables por completo; tan sólo basta observar, identificar y anotar. Luego investigamos en nuestros ancestros músicos aquella parte que nos falta, siguiendo la línea del tiempo, y ponemos manos a la obra: una vez más, nos convertimos en buscadores y nos abrimos al cambio, desechando lo que no nos sirve, y conservando aquello que nos haga subir un peldaño más.
La búsqueda, la investigación, la experimentación, son herramientas muy valiosas que no debemos desechar; no debemos quedarnos anclados en una idea, en una tendencia, en todo lo que hemos aprendido hasta ahora y creemos definitivo, porque el tiempo transcurre muy rápido, y con él los cambios se suceden aún más rápido.
Anotemos todo, escribamos todo, y sigamos este maravilloso viaje…