Sí. Parece muy raro.
Nadie imagina que un músico haga danza, o que también sea bailarín.
No tiene cabida dentro de lo convencional.
Pero, ¿danzar es necesario para un músico?
¡Claro que sí!
Si como artesanos del sonido producimos movimiento sonoro, ¿por qué no nos acoplamos corporalmente a ese movimiento sonoro?
Entenderemos mejor qué estamos haciendo y en qué intensidad, en qué velocidad y por qué.
A propósito de la velocidad… otro tema delicado, como el de nuestros tendones.
Comencemos por aquí.
Tocar algo infinitamente veloz es prodigioso verdad?
Nos produce gran asombro y admiración por el ejecutante.
Así es. Pero y el contenido armónico y expresivo de la obra se mantiene a altas velocidades?
Es lo ideal, mientras nuestros dedos se muevan en movimiento aceleradísimo y… uniforme…
Qué pasa cuando los artesanos del fuego someten sus obras a altas temperaturas?
A veces quedan perfectísimas… otras se fracturan y se funden con ese fuego que todo lo consume.
Las altas velocidades son hermanas del fuego… depuran y hacen brillar una obra de arte, y con la misma perfección lo consumen todo, las líneas melódicas y las progresiones armónicas que encierran un querer decir algo desde el corazón o desde la experiencia de vida de quien las escribe, la dinámica, el tempi, las sonoridades… Así es como muchas veces la obra muere por asfixia +++
No quiere decir que el Presto, el Prestissimo, el Vivace no se toquen a altas velocidades, el tema es que sosteniendo esas “altas temperaturas”, expresemos el alma y la intención de cada obra, nos mantengamos fieles a ella y a su compositor.
Al principio no encontramos vasos comunicantes (en mi caso hice danza por necesidad…me dolía todo), y pensamos que estamos haciendo ejercicio, o que estamos dispersándonos, o, como me dijo un violinista una vez: “tú no sabes en qué palo ahorcarte”…
Nada más lejos de la verdad.
Dentro de nosotros sin darnos cuenta comienza un cambio, una operación alquímica?
“Respiramos” distinto, caminamos distinto, pensamos distinto, nos aproximamos física y mentalmente de otra manera no sólo a nuestro instrumento sino a nuestra vida de todos los días.
Van despertando nuevos intereses que necesitan complementarse con nuestro trabajo como artesanos sonoros…
Cuando ya tenemos un tiempo aprendiendo y adiestrándonos en las técnicas mágicas de la danza, el trabajo con el instrumento va adquiriendo otra dimensión, cobra una nueva vida y producimos un movimiento sonoro con nuevas intenciones honestas y profundas…
es como que se abre una puerta que ha estado sellada por siglos y de repente puff! algo pasó!
Nos abrimos para escuchar y comprender lo que cada obra quiere de nosotros, a veces quiere que estudiemos la historia, la época y las circunstancias de quien la escribe, que nos aperturemos y entreguemos nuestras destrezas a su servicio.
Y si una obra no permite que nos conectemos, es probablemente porque no es nuestro tiempo para trabajarla… tendremos que conversar con ella, escucharla y esperar…
La “alta temperatura”?, es decir, la velocidad?
Depende totalmente de nuestra colocación postural y una respiración coordinada y bien pensada sobre cada sonido que estamos produciendo.
Haciendo danza tomamos consciencia del peso con el que contamos, de la relación que guardamos con nuestro instrumento, de la agilidad que disponemos, y nos dedicamos a desarrollar todo esto desde un centro inteligente que no conocemos pero que sabemos que está “ahí”.
Sin duda, esto se va a ver reflejado en la ejecución de nuestro repertorio y hasta en nuestras relaciones con lo cotidiano.
No podemos separar aunque queramos, porque todo está interconectado.
Entonces… seguimos el viaje y danzamos?