El día a día nos sumerge en una vorágine de responsabilidades que al final nos ha apartado de aquello que nos hace realmente felices y plenos, y nos abre las puertas de la ensoñación y la visualización de otros territorios… muchas veces sucede esto; lo hemos presenciado a lo largo del tiempo… quienes dejaron la danza porque tuvieron hijos, quienes dejaron la música o la escultura, la pintura y la cerámica, porque tuvieron que trabajar en otros ámbitos que impedían continuar con constancia, o porque no disponían del tiempo suficiente para dedicarle a estos y tantos otros estudios… y así se va agotando y secando la energía vital y los deseos…
Y una de esas pausas generalmente sucede con el estudio de un instrumento y la mayoría de estos oficios creativos, porque precisamente… son creativos… porque requieren una dedicación y una entrega distinta a los estudios de medicina, de leyes, de ingeniería.
¿Cómo es esto de una dedicación y una entrega distinta?
Pues las artes nos piden conectarnos con esa parte de nosotros que está siempre en entredicho… ese “territorio comanche” donde viven las emociones, la visualización, las proyecciones personales, la imaginación, visitar y hasta vivir en el “planeta de al lado”, el pensar en forma divergente a un 100% para desarrollar aptitudes y destrezas, generar ideas distintas, que provienen de nuestro pasado antiguo o de un paisaje futuro e incierto, y que necesitamos para ejercer y hacer crecer nuestro arte.
Muchas personas abandonan estos estudios, y algunas, al cabo de un tiempo, necesitan retomar; su planeta les exige volver a viajar.
Ahora bien, nos planteamos en esos casos, cuál es el camino recorrido hasta que “las luces se pusieron en rojo”, qué repertorio se trabajó, por qué parte de la técnica pianística pasó ese par de manos, por qué parte del vasto repertorio pianístico viajaron esos dedos, ¿dónde se detuvo todo?
Puede que haya sido doloroso y en ese caso, si se abrieron una o varias grietas, pues quienes sostenemos esas manos nos corresponde sanar con mucha atención, revisando y transitando esas zanjas hasta encontrar el nudo gordiano que no las deja liberarse.
¿Complicado? Por eso decimos que este es un territorio comanche que se mantiene congelado, y es más fácil vivir así.
Cuando alguien decide retomar el piano que dejó atrás, es porque toma una decisión audaz!
Decide abrir las puertas de su territorio congelado y comenzar de nuevo, pero quizás siendo más consciente y sabiendo que será más feliz. Su grieta muy probablemente sanará rápido, y el mecanismo de articulación de sus dedos será más “inteligente”…
¿Por dónde comenzar? Por dar un paso hacia adelante y tener la certeza de que se caminará más ligero de cargas, se van a adquirir otras destrezas y aún mejores, porque hay que cuestionarlas para asegurarse de que nos sirven y nos aportan soluciones, y nos permiten avanzar.
Por eso, sigamos el viaje y adentrémonos a ese territorio comanche…