Cuando estudiamos la teoría de la música, poco se analizan en profundidad estos tres elementos que complementan el sonido. Generalmente se revisan con más detenimiento los intervalos, las armaduras de clave y los modos, Mayor y menor, las primeras escalas, las tríadas o acordes de tres notas, en todas sus modalidades.
A medida que avanzamos en nuestros estudios, hacia un nivel intermedio de nuestro instrumento, estos tres componentes van adquiriendo un peso específico, y en la mayoría de los casos se hace necesario aclarar estos conceptos, entre otros, sobre todo cuando debemos “cuadrar rítmicamente” cada compás.
Llamamos pulso a la medida del tiempo o el latido constante y regular que debemos mantener de principio a fin en una obra musical, y viene determinado por el denominador en una cifra indicadora de compás (CIC), el cual nos indica en qué valor de figura de nota vamos a medir cada tiempo dentro del compás.
Este latido constante y regular que definimos como pulso, es el latido de nuestro corazón, con el que debemos trabajar en cada pieza de nuestro repertorio, manteniéndolo conscientemente para darle orden rítmico, equilibrio y estabilidad a nuestro repertorio; para cuadrar rítmicamente compás por compás, es decir, para organizar y coordinar entre ambas manos, los sonidos ubicados dentro de las figuras rítmicas.
Así entonces, el ritmo en la música lo concebimos como la organización de estos sonidos en el espacio en el que están escritos y en el tiempo en el que se deben producir según como lo diseña el compositor.
El ritmo comprende, además del pulso, dos elementos que debemos tomar en cuenta: el diseño, el cual definimos como la combinación de figuras de nota que se organizan dentro de los pulsos de cada compás, y el acento, que es el impulso más fuerte con que se marca un sonido musical.
Ahora bien; el tempo o tiempo, por una parte es la medida que usamos para marcar fluidamente cada compás, pero también es la velocidad y carácter o ánimo con que debe ser ejecutado nuestro trabajo musical.
Antes de la invención del metrónomo (patentado por Johann Malzel en 1816), para determinar el tempo de una obra se empleaban palabras como Andante, Allegro, que aportaban no sólo esta idea anímica de la velocidad de la pieza, sino el carácter o expresión que había que dar a la música.
La invención del metrónomo aportó mayor precisión y dio lugar a las indicaciones metronómicas por puntos bien establecidos; eso que llamamos puntos de metrónomo.
En la música occidental actual el tempo suele indicarse en medidas o marcas específicas por minuto; esto significa que una figura de nota determinada como por ejemplo, una negra o una corchea, se establece como medida rítmica, y nos señala que la obra musical debe ser ejecutada siguiendo ese determinado número de marcas o medidas por minuto.
Cuanto mayor es el tempo (Vivace, Presto), mayor es el número de marcas por minuto que se deben tocar, y mayor será la velocidad con que debe interpretarse la obra.
Así, en la historia de la música de todos los tiempos, estos tres componentes han marcado la pauta en todas las obras musicales, y van adquiriendo nuevas modalidades, adaptándose al hoy y al futuro.
Sigamos pues este hermoso viaje…