¿Nos ha pasado? ¿Nos pasa?
Conversemos.
Muchas veces experimentamos que cuando nos sentamos frente al piano, el placer de estudiar o tocar se va difuminando y comenzamos a sentir cierta presión, pues observamos que pasa el tiempo y no terminamos lo que empezamos… es una presión para terminar una obra, para terminar de adquirir la destreza que necesitamos en nuestras manos, para terminar de memorizar lo que nos falta de un Bach, un Mozart, un Chopin…
Nos sentimos frustrados o insatisfechos muchas veces, y allí comienzan las sombras a hacer de las suyas.
No vemos claro que nos encontramos frente a un reto con nosotros mismos, un reto al que accedimos voluntariamente porque amamos la música, y que requiere de nosotros una disposición especial, un ánimo especial.
Ahora bien, el terminar o no una obra, sólo depende de las destrezas adecuadas de las que disponemos en este momento, y de nuestra capacidad y voluntad para completar este trayecto, pero, en qué consiste esta “disposición o ánimo especial”, que es lo que nos va a permitir llevar a cabo nuestro plan?
El entorno juega un papel muy importante en todo esto, así como la influencia que, de una u otra forma, ejercen sobre nosotros quienes nos rodean, y esto no nos permite entrar en este espacio en donde sólo nos encontramos con estas capacidades que nos son inherentes, como esta “disposición y ánimo especial”, y quizás no estamos conscientes de que están allí para ayudarnos a cumplir con nuestro sueño…
Hagamos un experimento; la próxima vez que esto suceda, imaginemos que estamos solos dentro de un espacio donde reina el silencio absoluto!
Para ese momento ya tenemos una parte de nuestro repertorio muy planificada para trabajar, y todo a la mano. No nos vamos a levantar para buscar nada.
Nos sentamos frente al piano, nos conectamos con ese silencio, observamos la posición que adoptamos antes de colocar los dedos sobre el teclado, respiramos fluidamente, como si fuera un ejercicio de yoga, por ejemplo, y comenzamos un entrenamiento (escalas o algún estudio para arco cerrado de dedos), “muy len ta men te”. Como si nada ni nadie, nos estuviera presionando.
Y en el resto de ese tiempo, poco o mucho, que tenemos para dedicarle a nuestro instrumento, todo lo que estudiemos va a ser trabajado con una mínima velocidad, para que tengamos la oportunidad de observar”nos” desde la cabeza hasta los pies.
Probablemente caeremos en muchas cuentas, como por ejemplo, en que las lecturas que hicimos de las obras, fueron apresuradas y no muy bien examinadas? o que tuvimos que corregir parte de la digitación o el fraseo que ya nos sabemos? o que no mantenemos una respiración fluida y relajada, y comenzamos a tensar partes del cuerpo, y allí comienza la desazón?
Entonces, entremos en esos espacios con el sólo propósito de disfrutar por completo lo que hacemos y observar nuestro trabajo sobre el teclado.
Sigamos el viaje…