Calentamiento, entrenamiento. Lo llamamos de muchas maneras.
En todas las áreas creativas, artísticas, hay un protocolo que se sigue a diario al que llamamos calentamiento, rutina o mejor aún, entrenamiento.
¿Para qué lo hacemos?
Esto tiene una razón de ser. Antes de comenzar a estudiar nuestro instrumento, a hacer nuestra sesión de danza, ballet o teatro, a escribir para generar nuestros contenidos, preparamos, calibramos y centramos la mente y el cuerpo para adecuarlos a lo que vamos a trabajar durante ese día, para no llevarnos sorpresas desagradables… o dolorosas… durante el tiempo de estudio o práctica.
¿Por qué lo hacemos y cuáles son los beneficios que obtenemos?
Si asumimos esta práctica de entrenamiento como parte de nuestra vida cotidiana, pronto y sin darnos cuenta iremos adquiriendo muchas destrezas, aquellas que nunca imaginamos lograr, como por ejemplo y en el caso del trabajo en nuestro instrumento, obtenemos independencia y control del peso en nuestros dedos, foco y concentración, desarrollamos resistencia física y mental, todo esto con mucho más precisión y seguridad.
Alcanzamos una mejor comprensión de la lectura en pentagramas y los elementos que la conforman como las digitaciones y el fraseo que vienen marcados en ellas, las sonoridades, el tempi, y poco a poco nos vamos abocando hacia escuchar eso que llamamos música clásica, que nos documenta y sirve de base de datos para todo nuestro trabajo como músicos…
Todo esto viene conectado y es imprescindible…
Probablemente el entrenamiento que hemos planificado en un momento dado nos consumirá el tiempo que tenemos destinado para estudiar, especialmente si este es poco, pero tendremos la seguridad de haber avanzado un paso más, aunque no lo notemos.
Lo apreciaremos cuando lleguemos al resto de nuestro repertorio; saldrá más fluido y seguro, con sonoridades y pesos distintos y bien definidos cuando los necesitamos, y lo haremos sin mayor esfuerzo.
Y al cabo de un corto tiempo nos sorprenderemos porque habremos cumplido con un horario de estudio en el que logramos abarcar todo o casi todo nuestro programa de piano, y a la vez sentiremos que el tiempo se ha “estirado” a nuestro favor.
Nos ha alcanzado para todo lo que teníamos proyectado.
Es como si, por arte de magia, el dedicarnos a hacer nuestro entrenamiento diario nos abriera la posibilidad de aprovechar al máximo cada tiempo para cada cosa.
El caso de quienes son autodidactas es más exigente, pues voluntariamente deben dedicarse todos los días al entrenamiento y estudio del instrumento; en estos casos en su mayoría, las metas consisten en lograr cada objetivo dentro del plan personal trazado, y no presentar a nadie en día y hora exactos una obra terminada, pero si se tiene un maestro, sí habrá un tiempo finito para cumplirlo, e igualmente entrenamiento y estudio diario son condición sine qua non para lograr los objetivos.
Válido en ambos casos, sí; uno más intenso que el otro pero enriquecedores y retadores por igual.
Así entonces, esta parte preliminar del estudio diario de un instrumento y cualquier otra actividad que lo requiera, parece rutinaria y tediosa pero nos da una oportunidad de oro que no podemos rechazar: hacer que nos transformemos en un “centro de operaciones altamente especializado en lograr metas”, y nuestras manos, cuerpo y mente se verán especialmente favorecidos con este día a día de entrenamiento.
Sigamos entonces este viaje de aprendizaje y logros…