La música es un lenguaje como cualquier otro, y no precisamos de una especial cualidad para aprenderlo pues consiste en una serie de caracteres, símbolos, figuras, letras, números, que podemos identificar y reconocer en nuestro imaginario natural.
No tenemos que viajar muy lejos para llegar a ella y podemos comenzar este viaje sonoro en cualquier tiempo de nuestras vidas; es como tomar un pincel, desde pequeños lo hacemos, y aprendemos a trazar figuras pero sobre líneas y espacios y con la particularidad de que en cada trazo produciremos sonidos, música.
De igual manera, si los rudimentos de la teoría, la armonía y la composición, los abordamos desde un primer momento en contacto directo con un instrumento, el camino se hará mucho más potable y las destrezas que necesitamos adquirir en nuestra iniciación, se lograrán en plazos relativamente breves; es por esto que el primer paso que debemos dar si queremos ser pianistas, es tener acceso a uno acústico, o a un teclado preferiblemente de 88 teclas duras, para no hacernos este camino tan cuesta arriba.
La mayoría de las veces invertimos en un teclado de cinco octavas para “probar a ver si me gusta”, y generalmente surge el desgano y la frustración porque el avance no sucede “como yo pensaba”.
Obviamente, estudiando aunque sea a corto plazo sobre estos instrumentos, no habrá avance exitoso a ningún plazo, y corremos el riesgo de una colocación postural de la que luego nos lamentaremos.
Cuando aprendemos este maravilloso “idioma”, podemos comunicarnos muy fácilmente con cualquier músico del planeta y hasta con bailarines, artistas plásticos, escritores, cineastas, con quienes podemos trabajar y hacer equipo en innumerables proyectos.
Asimismo, entre muchas oportunidades que se nos presentan y no precisamente dentro de nuestras fronteras geográficas, tenemos las de hacer música por encargo, para videos, performance de danza, teatro, exposiciones de artes plásticas, para vender nuestras composiciones o arreglos en la web, y de esta manera la vida nos invita a ampliar nuestro espectro y abrir nuestra mente hacia otros países y culturas.
Poco importa si sólo hablamos español y aquellos músicos con quienes nos relacionamos, o con quienes nos sentamos a tocar en una orquesta o grupo de cámara, hablan francés, ruso, inglés…la música es uno de los idiomas que nos úne más rápidamente con la diversidad y, hablando el mismo lenguaje, buscamos un propósito común: hacer música.
Ahora bien, qué mejor que aprender este idioma universal con todos sus sostenidos y bemoles, sobre una partitura… para luego volar con entera libertad o para tener el placer de componer, escribir en papel de pentagrama lo que escuchamos en la mente, para que otros lo puedan tocar y a su vez puedan enseñar a otros como se ha hecho siempre y se ha pasado de generación en generación…
Sigamos entonces en este viaje…