Cuando decidimos dedicarnos a la docencia necesariamente vamos a encontrarnos en el punto en el que debemos hacer o rehacer los programas de piano que seguimos.
Si dentro de nuestros planes como profesores de piano está el de mantener en el tiempo esta actividad con validez y vigencia, es muy importante conocer cómo y dónde se originaron los programas que seguimos, quiénes los planificaron y en qué época, cómo encajan en la nuestra y en las circunstancias que vivimos hoy en día, analizar si se adaptan a las necesidades de nuestros estudiantes, y sobre todo, considerar con objetividad si deben cambiarse total o parcialmente.
Rehacer un programa de piano no significa eliminar o sustituir un contenido por otro, pues para eso debemos estudiarlo detalladamente, llevarlo a nuestros dedos y considerar si, desde la parte técnica hasta aquella en la que se va a desarrollar la interpretación con todos sus requerimientos y según el nivel que estemos trabajando, va a ser efectivo y va a continuar produciendo buenos resultados.
Sabemos que cuando pertenecemos a determinada escuela pianística, permanecemos fieles a sus preceptos y para nosotros es mucho más fácil seguir las reglas que modificarlas… o romperlas.
Asi mismo, el punto álgido de cada programa de piano es el conjunto que enmarca cada parte técnica, pues de ella depende la evolución y el desarrollo de las habilidades de nuestros alumnos, y es por esto que permanentemente nos vemos en la obligación de hacer una revisión sobre cada estudio y hasta del tipo de escalas y arpegios que corresponden a un determinado nivel de estudios.
Nos preguntamos entonces si cada uno de nosotros como docentes, hacemos un periódico y objetivo análisis sobre el contenido de los programas sobre los cuales trabajamos, y si redibujamos esos mapas para adaptarlos al hoy y a cada uno de nuestros estudiantes…
¿Lo haces?
Sigamos el viaje…