Cuando pasamos por momentos difíciles y no encontramos una puerta de salida, una alternativa; cuando aparecen muros frente a nosotros y no nos atrevemos a cuestionar y preguntar, y el miedo que nos consume no nos permite comunicar nuestras emociones y deseos; cuando nuestras relaciones que un día fueron felices ya no lo son, se agotaron o llegaron a su último compás; cuando la sombra de la inseguridad aparece y se hace más grande cada día; cuando vemos un gran vacío frente a nosotros…
Pasemos estas emociones a nuestro instrumento por un segundo. El nefasto “no”, se nos ha cruzado más de una vez: no puedo, no tengo talento suficiente, no me siento bien con mi maestro, no lo voy a lograr, no tengo mis metas claras…
Y, acto seguido, comienzan las decisiones terribles, como si fuéramos un personaje desdichado en una ópera de Wagner, o en una tragedia de Shakespeare y decimos: no regreso a la música, no regreso al piano, no es para mí.
Estos “no”, realmente han generado muchos sinsabores para muchos a lo largo de la historia.
Ahora bien, cambiemos el repertorio de este drama:
Resulta que, si bien es cierto que más de una vez han aparecido dentro de nosotros esas sombras destructoras y demoledoras, ¿hemos caído en cuenta que todavía seguimos aquí?; pasaron a través de nosotros, por encima, por debajo, hicieron estragos, pero se fueron y nos dejaron aquí.
A propósito, comparto de nuevo una parte del libro “Dune”, de Frank Herbert, que me acompaña desde mi infancia:
“No conocerás el miedo. El miedo mata la mente.
El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total.
Afrontaré mi miedo. Permitiré que pase sobre mí y a través de mí. Y cuando haya pasado, giraré mi ojo interior para escrutar su camino. Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada. Sólo estaré yo.”
Así, bien podemos alejarnos, tomar distancia, tomarnos un tiempo para respirar, revisar y buscar aquello que nos sigue conectando a la música, al piano, pero también ésta es una invitación a lanzarnos, ¿a entregarnos?, sin pensar y sin escuchar a nadie, ni a nosotros mismos, porque si en verdad amamos la música, amamos nuestro noble instrumento, él siempre nos estará esperando incondicionalmente, a pesar de nuestros terrores y vacíos.
La música, y mejor aún si estudiamos un instrumento, siempre estará allí con nosotros, esperándonos, en todos nuestros altibajos y momentos sublimes… Mientras más la estudiemos y nos impregnemos de ella, más pequeñas serán nuestras sombras y soledades, así que nos lanzamos sin pensar tanto, no nos borremos, redibujemos una y otra vez…
Sigamos este hermoso viaje…