Cuando estudiamos piano o cualquier otro instrumento, o pintamos o esculpimos, o trabajamos sobre una coreografía, o trazamos un imaginario que queremos materializar, eso que llamamos el arte final lo hacemos sobre la cubierta de madera de nuestro teclado, o en su defecto, sobre una mesa de madera…
Y aquí comienza la hora de la verdad para quienes nos hemos lanzado a este desconocido total e incierto… cuando cerramos la cubierta de nuestro teclado y comenzamos a tocar sobre ella, y si no tenemos esa cubierta pues nos sentamos frente a una mesa de madera, colocamos los dedos, con o sin la partitura, si es que vamos a comprobar nuestra memoria… y en ese momento saldrán a la luz todos los fantasmas que guardamos… o sabremos que la obra “es nuestra” y ya será un dragón menos para amaestrar.
Los únicos sonidos que escucharemos se producirán en nuestro disco duro, en nuestra cabeza, y los que nuestros dedos hagan sobre esa madera.
Esta es la forma más sincera… ¿o descarnada?…, de saber qué tanto nos sabemos una obra o nuestro repertorio completo, desde las escalas y arpegios hasta lo último que tocamos.
Es agotador pues podemos invertir todo un día (si somos valientes), revisando y corrigiendo y corrigiendo y revisando, releyendo la partitura que creíamos saber de arriba a abajo… y no era así…
Esta radiografía nos revela la más absoluta verdad: estudiamos sin pensar, estudiamos mecánicamente, estudiamos rápidamente, estudiamos sabiendo que tenemos vacíos o lagunas en la información que hemos asimilado, estudiamos sabiendo que nos falta completar una parte de los estudios técnicos o quizás depurar y memorizar sonoridades y hasta pedal. Sip, aquí también trabajamos las marcas de pedal para verificar que está bien dibujado en la partitura y en nuestra memoria.
¿Qué sucede cuando regresamos al piano?
¡Maravillas! Sentimos otras manos, otros dedos, otros pesos, otro sentido de sonoridad y pedal, de articulación y velocidad, y sobre todo, sentimos seguridad y mucho placer al ver que hemos utilizado este aparente y loco recurso y ha resultado genial!
Sip… amaestramos un dragón a la vez y probamos la maravillosa madera que nos invita a trabajar más a consciencia y a sincerarnos con nuestro trabajo en el piano.
¿Probamos? Vale la pena!
Y sigamos este viaje aventurero…