Nuestro “caballero de la ilustre armadura”, el piano, nos ofrece todas las posibilidades en un amplio espectro, desde piezas para “pianista solista” hasta obras donde el rol de pianista es como “pianista acompañante”.
¿Existe alguna diferencia o requerimiento especial por parte del pianista, para tocar obras compuestas para piano solo (pianista solista), y obras de cámara o para piano y orquesta?
En primer lugar, la diferencia parte de la estructura de las obras que se escriben en cada caso. Las obras escritas para pianista solista presentan un contenido armónico y melódico tal, que se bastan a sí mismas; no necesitan otro instrumento que les sirva de piso sonoro, que les sirva de “interlocutor” o complemento. Luego tenemos que hoy en día, el pianista solista requiere de una preparación que debe adquirir para acoplar su técnica y formación en el momento en el que interviene en el repertorio de música grupal o colectiva; así, debe prepararse no sólo para ser solista sino para ser “pianista acompañante” también.
En ambos casos es muy importante desarrollar un alto nivel de ejecución del instrumento, así como un nivel analítico en lo que se refiere a armonía, contrapunto, estilo, dominio rítmico y melódico, conocer las posibilidades sonoras del piano, el sentido del diálogo tanto interior como colectivo, su proceso interpretativo, conectarse con su intuición musical, y sin embargo, estos requerimientos tendrán mayor peso cuando se trabajan obras colectivas.
En el Clasicismo observamos que tanto el piano como el resto de los instrumentos mantenían un peso y equilibrio importantes, hablando del sentido del diálogo; de esta manera el “acompañamiento” del teclado, dado por el bajo continuo en épocas anteriores, dejó de ser el piso armónico para los instrumentos de cuerdas y la voz.
Estos últimos pasaron a portar las líneas melódicas y puntos armónicos, relevando de esta responsabilidad al piano y dándole mayor libertad de expresar todo su potencial, guardando siempre la simetría y el equilibrio dentro de este contexto.
Hacemos acotación aquí al término “pianista acompañante” (contrario a pianista solista), pues en períodos anteriores fue considerado peyorativo, de tercera categoría. Sólo brillaban los instrumentos que detentaban la línea melódica (violines, cellos, voces, etc).
En los periodos siguientes se fueron depurando los elementos de balance, timbre, fraseo y comprensión de las obras, y esto llevó a dar crédito a la responsabilidad del pianista como parte importante de la música de cámara en su amplia extensión.
En realidad, tanto uno como el otro, solista o como parte del colectivo, hoy el pianista debe desarrollar todas estas destrezas, además de su sentido intuitivo y proceso interpretativo para adaptarse a los requerimientos de las obras que interpreta, en solitario y en grupo.