Comencemos por algunas molestias que son comunes al estudiar piano, y luego los datos que a muchos nos han servido a lo largo del tiempo.
1- Antes de sentarnos a estudiar: damos miles y miles de vueltas, anteponemos actividades que en su mayoría nos quitan energía, nos dispersan y retardan nuestras metas, por lo cual rodamos el horario de estudio… o lo pasamos para el día siguiente?
2- No nos preparamos ni mentalmente, ni emocionalmente, ni físicamente, para estudiar. Llegamos al piano abrumados por los eventos que se presentan, o que se esperan durante el día, o que ya ocurrieron en el transcurso.
No contamos con un “espacio interior” adecuado para comenzar a asimilar la información que debemos retener en las obras que estamos trabajando.
3- Hacemos ejercicios de calentamiento y estiramientos que no se adecúan a nuestro único y personal mecanismo de articulación, y a corto o mediano plazo comienzan los dolores… o algo peor…
4- El tiempo de estudio diario que planificamos es tan corto, que muy probablemente no terminamos una lectura, una parte técnica que nos falta resolver, una memoria que queda fragmentada, o en este breve tiempo tocamos lo que nos gusta y una vez más aplazamos lo que nos queda pendiente.
5- Comienzan los dolores de espalda, brazos, cuello… sip. ¿Visualizamos nuestro cuerpo antes de sentarnos a estudiar?¿Cómo nos sentimos a esa hora del día, o de la noche? Eso lo pasamos por alto porque es irrelevante, a que sí?
Ahora bien, conversemos sobre los datos…
Cuando nos dedicamos a una actividad creativa como el piano y cualquier otro instrumento, pintar, hacer una escultura, una silla, escribir un libro, hacer un podcast, un video, un performance, requiere de nosotros una especial atención y conectarnos con ese “espacio interior” es imprescindible porque contiene muchos elementos importantes que nos ayudan a hacer y terminar estas actividades.
El “antes de” es crucial para que nuestros planes avancen sin interferencias, y para eso debemos estar conscientes de esos momentos en donde todavía “no pasa nada”, “no entramos a laborar en nuestro oficio”.
¿Hemos pensado alguna vez si ese preciso instante en el que comenzamos nuestro estudio, forma parte de un espacio y un “tiempo fuera”? Es decir, entramos en un tiempo aparte en el que nuestra creatividad sale a la superficie a expresarse y a desarrollar todas las destrezas que necesita, y para eso debemos darle la oportunidad de un “antes”, de crearnos un espacio dentro de nuestra habitual vorágine de cosas que nos ocupan el día, para que sólo ella, nuestra creatividad, salga libre y haga uso de sus talentos… Sería como apartar y preparar un tiempo/espacio para esa parte de nosotros que también necesita decir algo.
Luego tenemos calentamientos y estiramientos… ¿no es mejor dejar que nuestro cuerpo hable y podamos observar realmente qué necesita? Generalmente si comenzamos trabajando muy lento, todo nuestro equipo se irá acoplando y “colocando” para que durante el tiempo que ocupemos en la actividad, este se comporte “a la altura”, y nos permita llevarla a cabo con fluidez y satisfacción.
Escribir… volvemos a este punto. Si dejamos por escrito nuestra diaria experiencia, y luego la revisamos, con toda seguridad habremos anotado algo que pueda representar una maravillosa solución a alguno de nuestros problemas.
Muchas veces, anotando ideas que no se relacionan o que son antagónicas entre sí, hacemos surgir una nueva y efectiva idea que soluciona algún punto ciego en el que estamos… Esta es la función de nuestro pensamiento divergente, y en la música juega un papel crucial.
¿Tienes tu “tiempo-fuera” para estudiar tu instrumento? ¿Escribes y analizas tus procesos de aprendizaje y de posibles soluciones? ¿Piensas de antemano cuáles son los ejercicios que tu cuerpo (tus manos), realmente necesita para acoplarse a tu instrumento?
Revisemos y continuemos nuestro viaje exploratorio…