En mi caso han sido cuatro maestras, tres escuelas pianísticas distintas, y me quedo con las últimas dos.
La experiencia en este aprendizaje nos lleva a evaluar qué funciona mejor para nosotros, y si realmente avanzamos y tocamos mejor. Pero, y esto es muy importante en todos los campos de la enseñanza, cambiemos o no de maestros, debemos abrirnos un espacio y atender a nuestra intuición, reflexión, y observación, las cuales debemos llevar en primer plano siempre.
Realmente aprendemos cuando revisamos, preguntamos, tomamos notas de cada detalle en nuestro proceso y avance, comparamos la calidad de educación que se nos da, cómo se nos da, y cómo nos sentimos tanto emocionalmente como físicamente.
Generalmente las escuelas pianísticas tienen sus métodos de enseñanza, su repertorio técnico y un grupo de obras para cada año de estudios. Así mismo, tienen su mecanismo de articulación específico, y aquí debemos apuntar que, sea la técnica que sea, siempre hay que cuidar el “único equipo” con el que venimos dotados: columna vertebral, cuello, brazos, manos, dedos… tendones.
También debemos considerar que cada uno de nosotros tiene una manera muy personal para abordar este y cualquier aprendizaje; es por esto que si bien es cierto que tenemos una dirección por parte de nuestros maestros, la responsabilidad que tenemos con nosotros mismos es quizás más delicada, pues en todo momento debemos mantener nuestra reflexión y evaluar-nos, aun cuando si comenzamos desde pequeños pues no tendremos esta autonomía, obviamente, y aquí aparece la “ruleta rusa”! O conectamos con nuestros maestros, o será como un viacrucis por el que transitar hasta que podamos liberarnos, cosa que igualmente podremos agradecer cuando veamos nuestro cuadro desde el amplio espectro, porque estos sinsabores son una maravillosa escuela, para no permitirnos reincidir ni con nosotros mismos ni con nadie durante el resto de nuestras vidas.
Así pues, conversemos sobre estas experiencias de cambios, y cómo forman parte del hoy de cada uno de nosotros.