Generalmente organizamos un programa de piano que comprende una parte técnica, un entrenamiento, obras del barroco, romanticismo, impresionismo y siglo XX o XXI.
Sin embargo, conservamos aquellas “especiales” como las que siempre consideramos imprescindibles, tanto para nosotros como para nuestros estudiantes. Sentimos por ellas una especial predilección.
¿Qué sucede con estas obras, con las que conectamos de una manera tan especial y que constantemente tocamos y tocamos?
Hay opiniones variadas al respecto. Unos dicen que la razón es el ambiente cultural en el que nos hemos educado y nos invita a repetirlas para nuestro deleite y el de quienes nos rodean, así como muchos otros aseguran que esto se debe a que aprendimos esa o esas obras en un momento crucial de nuestras vidas, y reproducirlas en el piano nos producen un infinito placer o nos hacen entrar en calma, ¿en relax tal vez?
Sería muy interesante preguntarnos qué huellas han dejado estas obras en nosotros, por qué nos reflejamos allí, qué fragmento o sección nos mueve las fibras y por qué nos conectamos especialmente con ellas…
¿Haríamos un programa de piano con ese tipo de obras? ¿Por qué no? Seguramente nos está esperando una parte desconocida en nuestro interior que debemos desarrollar y no lo sabemos, y estas obras queridas son el llamado específico para abrir compuertas, descubrir esta cara oculta y traerla a la superficie…
Muchas veces ocupamos nuestro tiempo de estudio repitiendo esas obras favoritas una y otra vez, y probablemente en un corto o mediano plazo sentiremos cierto desgano o falta de motivación para abordar el resto del repertorio; comenzará a correr el tiempo y no habremos cumplido con nuestra meta de completar lo que nos propusimos, o muy probablemente cuando hacemos esto nos sentimos a buen resguardo de todo lo que no queremos enfrentar… y estas obras nos protegen, aún sabiendo que tarde o temprano tendremos que salir de esa zona de confort y terminar nuestro plan de obras.
Una vía para resolver esas situaciones que, sin darnos cuenta, podemos convertir en círculos viciosos, es la de tocar nuestras “favoritas” como parte del entrenamiento del día a día.
Logrando que formen parte de ese grupo de ejercicios preliminares y a sabiendas de que se quedarán en ese rubro y no las prolongaremos más allá; integrándolas a las escalas y arpegios, y al conjunto de estudios técnicos que hacemos como entrenamiento… poco a poco saldremos de ese cobijo que nos porporcionan, para abordar todo lo demás con mayor solidez y seguridad.
Consideremos también que, si son obras de relativa complejidad, como por ejemplo, aquellas que técnicamente presentan grandes aberturas de dedos y desplazamientos a tempos rápidos, y con texturas sonoras y marcas de tempi diversos, pues planifiquemos para comenzar con las que tocamos con arco cerrado, por aquello de que siempre debemos mantener segura la arquitectura de nuestras manos y dedos, en su punto y relajados.
Conservar nuestras obras favoritas en dedos, nos producen grandes y profundas sensaciones; mejor aún si las trabajamos como parte del día a día y de esta manera no quedaremos anclados en ellas… nos ayudarán a crecer una vez más…
No perdemos nada con intentarlo… en el mundo de los sonidos somos libres…
Sigamos nuestro viaje de exploración…