Suele suceder muy a menudo y a lo largo de nuestros estudios, no sólo en el piano sino en todo lo demás.
Sin embargo, todos los días debemos hacer un espacio para preguntarnos si realmente nos gusta y nos sentimos cómodos con lo que estamos estudiando, si se nos hace cuesta arriba aprender y por qué, qué tiempo le estamos dedicando al día, qué estamos haciendo que no nos permite avanzar, si debemos cambiar de maestro, si debemos cambiar a otros estudios y empezar algo nuevo…
Algo que es esencial es examinar-nos, es decir, analizar cómo nos comportamos durante nuestro aprendizaje, qué tiempo del día le dedicamos, si lo hacemos siguiendo un plan organizado y continuado, si escribimos sobre esto, si llevamos anotaciones sobre el avance o no de lo que estamos estudiando y cómo nos sentimos en este trayecto, y sobre todo, si lo comprendemos fácilmente, lo asimilamos naturalmente, como si ya hubiéramos pasado por ahí.
Sip… como si nos es familiar…
Si bien es cierto que necesitamos poner empeño y orden en aprender nuevos conocimientos y destrezas analizando qué tan fluido es aprenderlo, nos dará muchos signos sobre si es para nosotros o no.
Igualmente, si se nos hace cuesta arriba pero en el fondo sabemos que queremos y podemos, es cuestión de insistir y anotar aquello que se nos va presentando en el proceso: las fallas y limitaciones que aparecen, la manera como se nos indica para solucionarlas, los avances que sentimos en nuestro mecanismo de articulación, la calidad de la lectura que vamos adquiriendo, nuestro proceso interpretativo, el peso de nuestras manos para lograr sonoridades balanceadas y completas, todos los conocimientos complementarios que necesitamos para avanzar en nuestro instrumento, nuestra capacidad para memorizar no una sino varias obras, y trabajarlas como si fueran una sola… sólo estudiando todos los días sabremos si el problema está dentro de nosotros u obedece a un factor externo.
Todos estos aspectos son parte de lo que llamamos “estudiar un instrumento”, y el piano tiene una particularidad: es el más completo, abarca todos los registros de de una orquesta, tenemos la misión de conocer, aprender y dominar toda la gama de sonoridades así como un vasto repertorio que debemos estudiar, bien sea si lo vamos a interpretar para otros, bien sea si lo vamos a enseñar a otros. Ambos caminos conllevan una gran cuota de responsabilidad, pues siempre se tratará de comunicar, y lo debemos hacer con consciencia y con placer.
Además, asumimos la responsabilidad de investigar y buscar permanentemente, de escuchar miles de veces la misma obra y todas las obras de un compositor, estudiar su historia, su vida, sus dolores, “meternos en la mente del compositor” como decía Bernstein a sus alumnos, y para esto hay que dedicar la vida entera con un profundo amor y sabiendo que todos los días descubrimos algo nuevo.
Todo esto nos marca la pauta para redibujarnos todos los días, y si decidimos ser buscadores sabremos en alguna parte del camino que debemos “torcer el volante” si no nos toca seguir por donde vamos.
Si amamos un oficio, nuestra intuición será sabia en el momento indicado.
Sigamos este maravilloso viaje de búsquedas…