Estudiar un instrumento dejando a un lado la estructura y las bases sobre las cuales se cimenta, sin aproximarse al mismo tiempo a sus fundamentos teóricos, armónicos e históricos, es como vivir la vida sin reír y llorar.
Todos los oficios nacen de un ensayo, un error, y unas ganas de lanzarnos a ese desconocido, es cierto, pero con el tiempo se va depurando la manera de laborar, hasta que toma forma, peso y medida en una versión cada vez más pulida, mejorada, y se va haciendo parte cotidiana de nuestras vidas.
Cada quién tiene una hermosa manera de transmitir estos rudimentos… la mía parte siempre de una puesta en escena y en construir un laboratorio en el que sometemos a experimentación todos los principios teóricos sobre mi instrumento… cada concepto, cada teoría, cada principio. Son explicados, decantados, cuestionados, hasta que se hacen propios y fáciles de manejar y representar en el piano. Nada se da por sentado, todo se prueba, se escucha, se aprende, se toca.
Y como en todo aprendizaje, las reglas no dejan de existir, y aquí se mantienen tres de ellas:lógica, sentido común y método cartesiano de pensamiento… orden mental, con el propósito de comprobar en dedos y auditivamente toda la información que vamos procesando en pentagrama y en teclado.
Así, una cosa va unida a la otra, indefectiblemente; teoría e instrumento, armonía e instrumento, historia e instrumento, para estudiar, comprobar, dudar, corregir, reinventar, actualizar, poner en práctica y poco a poco convertirnos en verdaderos artesanos y escultores de sonidos, y saber de dónde viene y cómo se produjo en el tiempo.
Es por esto que necesitamos adquirir este conocimiento en su totalidad. Sin los principios teóricos no podríamos ser músicos completos, porque estos nos permiten desarrollar nuestro oficio hasta donde queramos y ponerlos al servicio de nuestra creatividad.
Sigamos en este viaje para amplificar y enriquecer nuestro aprendizaje…