Observar es una de nuestras herramientas más poderosas, así como respirar…
¿Lo sabemos?, o simplemente miramos lo que hay alrededor sin preocuparnos por “ver” más allá, e igualmente inhalamos y soltamos aire y ya, sin dedicarle un mínimo esfuerzo para pensar en estas cualidades pues nos han sido dadas naturalmente…
Hagamos una prueba:
Nos sentamos frente al piano, colocamos ambas manos sobre el teclado, tomamos aire por la nariz y tocamos un acorde completo…soltamos aire… ahora repetimos la misma acción, pero tocamos el mismo acorde cuando soltamos aire.
Haciendo este ejercicio una y otra vez, debemos escuchar con atención el tipo de sonido que estamos produciendo en ambos casos, inhalando y tocando… exhalando y tocando.
Probablemente no percibimos ninguna diferencia pero si insistimos, sí que vamos a sentirla… no sólo en el sonido que producimos cada vez, sino en todo nuestro cuerpo físico, que es nuestro equipo de mantenimiento y dependemos de este para todo.
Casi sin darnos cuenta se producirá una “magia”, una “alquimia” que nos permitirá comprender la íntima relación que hay entre una respiración controlada pero fluida y la calidad de los sonidos que emitimos en el teclado, o en cualquier otro instrumento, y si hacemos danza o alguna otra actividad que requiera movimiento corporal, esta relación será mucho más evidente.
Otra prueba que podemos hacer es repetir el mismo ejercicio, pero esta vez cerrando la cubierta de madera del teclado… tocando sobre la madera sí que vamos a sentir la diferencia.
Así estudié todo mi programa de grado y los repertorios que le siguieron durante muchos años; al principio sentí que iba a terminar enloqueciendo pero al cabo de unos meses lo ví claro… otro peso, muy distinto y considerable, mucho mayor fluidez en el mecanismo de articulación, mejores condiciones físicas para lograr la amplitud sonora que necesitaba, entre otras muchas mejoras, por lo cual esta práctica formó parte integral en la enseñanza del instrumento… “magia y alquimia”.
Todo esto parece innecesario y para muchos sólo basta con respirar sin orientar nuestra atención a cómo y para qué lo hacemos, y ni siquiera concebirlo en el ejercicio de nuestras actividades diarias, y en especial en el piano… sólo intentemos con una escala… una y otra vez… y después la pasamos al teclado, y entonces podremos evaluar si es relevante aprender a adaptar la respiración para sacar el mejor provecho a las posibilidades que nos ofrece nuestro instrumento.
Cuando tenemos la oportunidad de complementar nuestros estudios pianísticos con rutinas como la danza contemporánea y el flamenco, por ejemplo, desarrollamos más resistencia física, mental, emocional, y en poco tiempo lo lo vemos reflejado en nuestro trabajo como artesanos de sonidos y docentes.
Por otro lado, podemos unir con más precisión ambos procesos, el sonido y el movimiento, a través de una respiración diferente, mucho más eficaz, y una colocación postural correcta y relajada, de tal manera que aprendemos a administrar y aprovechar nuestras habilidades para lograr sonoridades más amplias y definidas, mientras nos mantenemos en relajación continua durante muchas horas de trabajo.
Hagamos uso de estas valiosas cualidades que nos son inherentes… nos ayudan a amplificar nuestras destrezas naturales…
Vale la pena intentarlo.
Sigamos entonces este viaje de exploración y descubrimientos…