Décadas atrás y a partir de las innovaciones tecnológicas que nos han permitido conectar con todo aquello a lo que no habíamos podido acceder en aquel entonces, todos hemos experimentado cambios importantes en nuestra manera de adentrarnos y profundizar en nuestros procesos interiores y en nuestro día a día.
Una de estas transformaciones incide en nuestra cualidad para asimilar información, siendo ahora mucho más rápida que en otros tiempos pues la recibimos simultáneamente de todos lados y a toda hora.
Cuando nos sentamos a estudiar con nuestro instrumento no nos separamos de este proceso, por el contrario, deseamos aprender y asimilar muy rápido y en la mayoría de los casos, adquirir una destreza necesaria para abordar obras de un nivel intermedio o avanzado nos quita las ganas y la motivación.
Nos cansamos de repetir siempre lo mismo para calentar los dedos y comenzar a tocar “eso que nos gusta y nos hace felices”…
En este momento todos queremos soluciones y resultados en el menor tiempo posible, y que no nos genere mayor esfuerzo o pérdida de tiempo. Sin embargo, no contamos con que nuestro disco duro recibe y codifica toda esta vasta información “sin filtro”, es decir, sin discriminar qué se queda archivado y qué no, por lo cual, intentar aprender rápidamente todo lo que deseamos archivar en él, será muy posible pero no eficiente.
Lo que aprendemos rápido lo olvidamos rápido pues no “echa raíces” en nuestro disco duro y además, la calidad del contenido del “archivo” será muy dudosa, porque habrá permitido pasar errores, lagunas, vacíos, información fragmentada e incompleta, saltos en el proceso y cero comprensión.
Slow Practice… práctica y asimilación muy lenta y detallada, aprendizaje efectuado, decantado y verificado lentamente, sin dejar pasar detalle alguno, revisado una y otra vez hasta que la información que guardamos en el disco duro se transfiere limpiamente a nuestros dedos, e igualmente continuamos trabajando lento hasta que todo este proceso de asimilación ya forma parte de nosotros.
Si bien es cierto que los estudios de un instrumento se logran inevitablemente a largo plazo, también lo es el hecho de que si trabajamos todos y cada uno de los repertorios con atención a cada detalle y cumpliendo con este protocolo del slow practice, por un lado tocaremos obras impecables, completas, equilibradas, expresadas maravillosamente y a la velocidad que pide cada una, y por el otro, difícilmente olvidaremos nuestro trabajo realizado en esta forma, pues una de nuestras tres memorias, o quizás las tres, habrán archivado la información exacta de la partitura que hemos asimilado.
Es decir, estudiamos muy lento y cuando ya hemos verificado en dedos que “lo tenemos”, comenzamos a aumentar progresivamente, lentamente, el tempo.
¿Haces slow practice en tu rutina?
Sigamos viajando entonces…