Eso que conocemos como redondas, blancas, negras y así sucesivamente, es lo que en música llamamos Figuras de Nota: estos caracteres sobre los cuales damos forma y nombre a los sonidos, para luego ubicarlos en un pentagrama según su altura en el espectro sonoro.
Cuando hablamos de valor relativo nos referimos a una numeración que en sí misma no tiene una puntuación o estimación absoluta o definitiva, pues dependerá de varios factores, tales como la forma en que vamos a disponer de estas figuras de nota dentro de un espacio sonoro, según el cual van a adoptar un valor determinado.
La medida o el valor con que vamos a organizar estas figuras de nota con sus sonidos en el tiempo, vendrá señalado por lo que llamaremos CIC o Cifra Indicadora de Compás, en donde estas figuras cumplirán su función relativa y cambiante, pues el denominador de la cifra marcará cuál valor de esas figuras vamos a usar para medir cada tiempo dentro de cada espacio o compás, en tanto que el numerador nos dirá cuántos tiempos tenemos en cada uno de esos espacios.
Recordemos que los compases son espacios donde organizamos los sonidos con sus figuras de nota y formas rítmicas dentro de tiempos determinados sostenidos por un pulso constante y regular.
Visto de esta manera, para nosotros un 4 no es absoluto, pues inmediatamente lo visualizamos como un 4/4, 4 tiempos de negra en cada compás, o como un 4/2, 4 tiempos de blanca en cada compás. Igualmente ese 2 lo veremos como un 2/2, 2 tiempos de blanca, o un 2/4, 2 tiempos de negra. De esta manera, el punto focal estará en el denominador de la CIC, pues este define el valor que tendrá cada tiempo.
En la teoría tradicional se le da el primer lugar a la redonda; ella es como la reina del desfile por ser la figura que abarca a todas las demás, considerándose como la unidad, pues úne o unifica y contiene al resto de las figuras de nota.
Por ello se representa con el número 1, y a partir de ella se determina ese valor relativo a todas: en la redonda caben 2 blancas, 4 negras, 8 corcheas y así sucesivamente, y por ello los denominadores de cada figura vienen representados por estos números: 1 para la redonda, 2 para la blanca, 4 para la negra, 8 para la corchea…
Ahora bien, consideremos nuestro pulso de corazón que palpita a tiempo de negra, un pulso a la vez, y así podemos considerarlo como punto de partida de todo aquello que respira y palpita en este planeta.
Nuestro pulso de corazón, de negra, no abarca a todas las figuras como sí lo hace la redonda, pero sin él nada tendrá vida, ni nosotros… el mundo palpita en un tiempo de negra permanente…
Este pulso constante es un gran prestidigitador, pues va a moldearse para que pueda servirle a la blanca, a la corchea y a todas las demás, lo que quiere decir que el resto de las figuras podrán organizarse perfectamente en los diferentes denominadores… 1 pulso de corazón para cada tiempo de “cualquier figura”, 1 pulso de corazón para darle forma rítmica continua y perfecta a cada obra musical, y a cada ser vivo que habita en nuestra madre tierra.
Entonces, podríamos considerar que nuestro imprescindible pulso vital gira en torno a lo que conocemos como figura de negra, y la relatividad del resto de las figuras giran en torno a ésta? ¿O la redonda sigue siendo la reina del desfile?
Revisemos y sigamos este viaje…