¿Cómo convertimos nuestros errores en un potente motor que nos impulse a seguir y solamente seguir hacia adelante?
Cuando escuchamos por primera vez esa minúscula palabra “no”, cuando recién vamos aprendiendo a caminar, a decir nuestras primeras palabras, cuando ya caminamos y queremos descubrir y tocar todo lo que vemos a nuestro alrededor… allí es cuando escuchamos ese interminable “no”. Y así aprendemos lo que es el miedo muy rápidamente; el miedo a ser castigados, a no ser aceptados, a quedarnos solos, a ser rechazados… a equivocarnos e ir al banquillo de los acusados, de los malqueridos, de los imperfectos.
Esto se convierte en miedos atávicos que guardamos en el rincón más oscuro de nuestro espacio interior, y allí se quedan para siempre o por un buen rato, y a medida que vamos caminando por la vida dejamos de hacer lo que queremos, lo que nos hace felices, lo que nos llena, claudicamos en aquello que somos buenos y talentosos porque nos equivocamos, porque no lo hacemos perfecto… y ese “no” que tenemos bien guardadito crece y crece, y se apodera de nuestras decisiones, emociones, habilidades, de nuestra vida.
En el Libro “Dune”, de Frank Herbert, hay un párrafo que me ha acompañado desde que lo leí por primera vez, ya no recuerdo cuándo. Desde ese primer contacto que tuve con este maravilloso libro, forma parte de mi vida, de mis clases y de la vida de mis alumnos, mi amada “tribu”, quienes también lo tienen copiado una y otra vez en sus cuadernos y grabado en sus espacios de luz.
El párrafo dice así:
“No conocerás el miedo.
El miedo mata la mente.
El miedo es la pequeña muerte que conduce a la destrucción total.
Afrontaré mi miedo.
Permitiré que pase sobre mí y a través de mí.
Y cuando haya pasado giraré mi ojo interior para escrutar su camino.
Allá donde haya pasado el miedo ya no habrá nada.
Sólo estaré yo.”
Cabe preguntarnos entonces, ¿qué nos va a suceder si nos equivocamos? En lo que sea… seremos sentenciados, dejaremos de ser quienes somos, seremos abandonados, formaremos parte del club de los malqueridos y los señalados…
Y qué si eso sucede?
Hace unos años, alguien me dijo que yo era una mujer equivocada, entre otros “piropos”… recibí muchos por este estilo a lo largo de esta vida, y hoy en día cómo lo agradezco en verdad!
Formar parte del club de los equivocados! Esto me llevó a aprender lo que es la resiliencia y muchas otras cosas más…
En este club aprendí a amar mi vida y mi oficio, a enseñar con amor incondicional, a enseñar que cada nota incorrecta que tocamos nos ofrece una gran oportunidad de ensayo, error, poder corregir, mejorar y continuar con más sabiduría y destrezas.
Nuestros errores nos hacen asumir el compromiso de reaprender, de redibujarnos y transmitir cada vez con más cariño y responsabilidad, nos invitan a que cada uno de nosotros podamos hacer de nuestras equivocaciones una gran creación para crecer y ver más allá de nuestras posibilidades, para “doblarnos como el bambú” y convertirnos en seres dilatados y buscadores, para desarrollar nuestras habilidades ocultas y presentes, concebir la música y la vida de otra manera y conectarnos con ella y con todo, siempre con el ánimo de aprender cada vez más.
Tocar una tecla equivocada, o varias, o muchas, nos invita a viajar por dentro y descubrir en quiénes nos vamos convirtiendo. Cada equivocación es una hermosa oportunidad que nos da el universo para identificar qué damos distinto, qué aportamos distinto… cómo hacemos la música, cómo un error tras otro nos va moldeando, cómo el piano y cualquier otro instrumento, nos habla y nos pide que olvidemos ese querer ser aceptados, y que aprovechemos esos errores y hagamos de ellos un proceso creativo y transformador muy íntimo y personal.
Los japoneses no tiran a la basura las piezas de cerámica que salen agrietadas de sus hornos… ellos pintan y rellenan esas grietas con aleaciones de plata y oro… de oro.
Así que, ¡bienvenidos todos nuestros errores! A cubrir y pintar cada uno de ellos y todas nuestras equivocaciones con “oro y plata”, para que nuestra música no quede como una marca de agua, sino como una prueba y una huella de nuestro camino por la vida, por la artesanía de los sonidos!