“El cuaderno de Tareas”.
Sabemos bien que la palabra “Tarea” se considera desde hace algunos años como contraproducente en la educación, pues se asimila a “carga, obligación”, y en el peor de los casos, “la cruz que se debe llevar” para lograr un objetivo… Nada más absurdo se le ha podido ocurrir a la raza humana, entre otras tantas ideas!
Todos tenemos tareas que cumplir a diario, y no necesariamente implican una pesada cruz que se lleva a cuestas. Y entonces, ¿cómo llamamos a eso que hacemos, si no son tareas?
Precisamente en estos tiempos tan importantes y cruciales, se nos presenta la gran oportunidad de ser totalmente libres para desechar de nuestras vidas todo aquello que no queremos, que no nos funciona, que nos intoxica, que no nos da felicidad, que no nos nutre, que no nos aporta para crecer y aprender, y estos preconceptos pues también.
Es precisamente en los momentos más difíciles donde medimos nuestras habilidades y capacidades, son los momentos más productivos para sentarnos a estudiar piano y cualquier otro oficio, y donde nuestro pasado cobra vital importancia, pues hace que seamos como somos ahora… gran oportunidad para revisar esto y agradecer.
Así entonces, esta costumbre que se siguió durante décadas, de llevar un Cuaderno de Tareas para la casa, en el que quedarían anotadas todas las indicaciones de una clase de piano o de cualquier otra actividad, tiene un peso que va más allá del simple hecho de dejar escrita tal indicación. Aquí también se queda impresa, en el papel, la energía del maestro, su estado de ánimo y disposición para esa clase, y esto va a influir en el estudiante… sip.
Aunque parezca absurdo! Cuando leemos algo nos conectamos con la energía de las ideas y la composición de las palabras, las imágenes y eventos sobre los cuales se escribe. Pasa lo mismo con una simple indicación de correcciones para hacer en casa hasta el momento en el que ocurra la clase siguiente.
Ahora bien; ¿qué responsabilidad tiene cada maestro aquí? Esto es un tema para revisar.
Observamos y escuchamos a nuestros estudiantes durante cada clase, y vamos anotando lo que consideramos que debe corregir y estudiar para que avance, para que solucione una duda, un problema técnico, sonoridades, peso, memoria, etc.
Sin embargo, en cada letra que vamos escribiendo dejamos una impronta, conscientes o no, y es por esto que nos vemos comprometidos a “pensar antes de escribir”; debemos conocer a nuestros alumnos, intuir sus estados de ánimo, sus pensamientos, sus necesidades, sus sueños, si son PAS (personas con alta sensibilidad; yo soy PAS), y esto no va a ser entablando una conversación, no vamos a saberlo con palabras. Aquí hacemos uso de lo que la música ha hecho con nosotros a lo largo de nuestras vidas: “oler” al otro, “leerlo”.
Leonard Bernstein decía en una de sus clases de dirección orquestal que la inteligencia en la música no siempre se traslada a la inteligencia de la vida. Aquí el haber dedicado nuestra vida a la música nos ha hecho comprender que la responsabilidad con “el otro” es mucho mayor, y que lo que “vemos sin escuchar, y escuchamos sin ver” es lo que debemos transmitir en cada palabra que escribimos en una “tarea”, y es la conexión que debemos establecer con cada quién.
Difícil tarea, pero nos corresponde. El punto focal y delicado aquí, es que si somos parcos y pobres en escribir una indicación, si simplemente escribimos: “Brahms, Intermezzo: estudiar mejor!”, nos sentimos desamparados, menospreciados, muertos en el desierto de Gobi o en Siberia!
En mis primeros cuadernos de tareas de piano tengo toda una prueba de ello. “Ravel Sonatina: 1er movimiento, leer mejor”, “Schubert 4 manos: mejor para la próxima clase”, “Gershwin Preludio 2: estudiar”… Me sentía como un perro abandonado en la calle; como una malquerida. (Así somos los PAS).
No voy a nombrar a esa profesora, obviamente, pero puedo decirles que para nada la recuerdo con cariño. Felizmente todo cambió después, y juré por lo más sagrado que si llegaba a dar clases de piano, jamás escribiría una palabra sin cariño, sin respeto y sin dedicación absoluta a cada uno de mis alumnos. Sé que me leen, y saben que siempre ha sido y es así. En realidad, cómo agradezco ese desamor y esa frialdad; por eso digo lo de revisar nuestro pasado, ver qué hizo de nosotros y en quiénes nos convirtió hoy. Lo agradezco mucho, sip.
De esta manera, pregunto si ahora en nuestras clases online, escribimos tareas para nuestros alumnos haciendo empatía con ellos, con sus necesidades, o sólo decimos “estudia” y lo enviamos a su mail…