La gran curandera, la gran chamana… la música.
Aún para quienes pierden la fe y entran en desazón y desesperanza en algún momento de sus vidas, no van a escapar del mágico poder que los sonidos producen hasta en nuestro espacio más íntimo.
Escribí hace un tiempo sobre resolver problemas de falta de concentración en el piano, y las primeras palabras son estas:
“Especialmente en estos momentos de gran cambio y transformación, cuando posiblemente experimentamos desazón y un fuerte sentimiento de pérdida de objetivos y proyectos personales, este es el mejor tiempo para activar nuestras cualidades de atención, foco y concentración, y la música, entre otros regalos del universo, nos ofrece esta posibilidad.
¿Por qué? Qué tiene la música que nos permite abrir puertas y ventanas y ojos y oídos y sentidos, y nos hace comprender que, estando en este presente, estamos estrechamente conectados con el pasado y con el futuro también?”
No solamente quienes nos aventuramos a convertirnos en artesanos del sonido experimentamos ese abrir completamente todo para “buscar”; para algunos, la historia, la filosofía y la ciencia, la tecnología, la literatura y la poesía, generan también un movimiento interior que llama a levantarnos y reinventarnos la vida una y otra vez… para otros, lo producen la pintura, la danza, la escultura…
El punto es que, la música hace que experimentemos todos los días que somos una malla, a través de la cual ella va y viene, generando todo tipo de sensaciones; como es sonido, ondas que viajan en el aire, atraviesan todo nuestro “equipo”, nuestro cuerpo, nos rendimos sin oponer resistencia, y es por lo que nos abrimos a la alegría, añoranza, amor, furia, tristeza, melancolía, bailamos, lloramos, dormimos…
Tal es el poder que la música ejerce sobre cada ser que respira y ve el amanecer y la caída del sol.
Cuando nos sentamos a trabajar, a enseñar, a componer en nuestro instrumento, entramos en un espacio que aun podemos definir; es un espacio donde el ego desaparece y pasamos a ser un vehículo que produce, escribe, graba… escucha, aprende, traduce y comunica.
En este espacio, que es un “lab-oratorio”, pasan muchas cosas; como si se tratase de otra persona, recorremos nuestro pasado, presente y futuro, nuestras vivencias, lo materializamos en sonidos, y entendemos que allí procesamos y revisamos, sin darnos cuenta, todo aquello que absorbemos de “el afuera”, y comenzamos a desechar lo que no nos pertenece; guardamos lo que nos llena y lo convertimos en certeza, y sin embargo continuamos en la búsqueda.
Hoy en día hay música específica que nos mueve y alinea todos los chakras (Binaural Beats entre otros. En YouTube hay infinidad, y para todos los usos), que nos lleva a estados de relajación profunda; son ideales para hacer una meditación, para trabajar, para nuestras plantas y mascotas, para alivianar y depurar la energía del aire que respiramos y el espacio que ocupamos (recordemos que ella viaja por el aire) …
Asimismo, hay música bien explícita que altera todos nuestros sistemas y nos va transformando en bestias inhumanas.
Hay de todo en el mercado. Sólo debemos escoger qué sí y qué no.
Como todo lo que existe a nuestra disposición, la música ofrece un amplio espectro de posibilidades, pero ella tiene el poder de cambiar en vivo y en directo todos nuestros procesos anímicos y hasta físicos, puesto que traspasa nuestro cuerpo y va limpiando (o intoxicando), así como nos da la oportunidad de abrir otros espacios de entendimiento, y va “barriendo” dentro de nosotros, aquello que no nos permite ir más allá de nuestras búsquedas, aquellos dogmas y prejuicios que nos estrangulan a diario… y así nos vamos convirtiendo en genuinos ciudadanos del mundo.
Comparto la parte final de mi artículo sobre la falta de concentración, muy necesaria ahora para comprender que este es un momento en el que a todos se nos pide reaprender y reinventarnos, se nos pide conectarnos con nuestra capacidad de amplio entendimiento, de creatividad para generar el gran cambio, tan necesario para la nueva vida que nos espera.
Se nos pide estar atentos y alerta, leer todos los eventos que se suceden frente a nosotros con “el ojo que todo lo ve”; no con espanto y desaliento:
“Así que no tenemos tiempo para permitirle a nuestra mente que divague; no le demos la oportunidad para que genere en nosotros desazón, desaliento.
Este es un tiempo maravilloso para solucionar, avanzar, y todo lo que hagamos y digamos sea para sumar.
Tenemos a la gran curandera de nuestro lado: la música!
Pues sigamos este viaje…”