En alguna época de nuestras vidas, muchos de nosotros nos resistimos a estudiar formalmente esta parte medular de la música… yo detestaba la clave de fa, y me aprendía de memoria todo lo que me enseñaban con tal de no sentarme a leer esa clave de los sonidos intermedios y bajos que ahora amo con pasión…
Igual nos ha pasado con las escalas… a que sí?
Bueno en mi caso sip, y sin embargo, mucho después descubrí que una escala diatónica, esa sucesión de sonidos diferentes, es como el punto central de un gran círculo; es el elemento creador que aparece en ese gran espacio esférico que lo contiene todo pero en nuestro imaginario, en ideas, hasta que aparece el toque que le da vida, ese punto central: la escala diatónica que nace a partir del Do natural.
A partir de esta escala, los sonidos cobran vida y se organizan, y así comienza a formarse “la colmena”, “el condominio”: un sonido sobre otro, formando un ensemble o acorde de dos, tres, cuatro y cuantas notas se nos ocurra escribir, como un edificio que se va construyendo piso por piso, así como un sonido detrás del otro, trazando un camino melódico en donde nuestro instinto y olfato nos indican dónde piso y dónde no, pero eso sí: manteniendo siempre el equilibro que nuestra directora de orquesta nos indica… nuestra directora de orquesta: la armonía.
Es entonces cuando los sonidos contenidos en esa escala dan vida a su vez a otros sonidos y a otros y a otros, y se van transformando según las leyes que han establecido para convivir armoniosamente, entretejiendo un gran manto sonoro que la vida nos pone libremente a nuestra disposición.
Sólo si queremos y decidimos conocer, estudiar y comprender las leyes de este mundo de sonidos, tocamos esa puerta y entramos a un dominio en donde podemos jugar y desarrollar nuestra inventiva para combinarlos a nuestro antojo y para nuestro placer, y sin embargo la directora de la orquesta siempre va a estar presente echando un ojo a todas las travesuras que se nos ocurran.
Es por esto que nuestro contacto con el piano necesita el aderezo de estas dos potencias: las leyes de la teoría y de la armonía, para luego viajar por el espacio sonoro con sabia libertad.
Si creemos que este aprendizaje es innecesario, perdemos una gran oportunidad de profundizar y evolucionar en este vasto campo sonoro, al igual que la de conectarnos e interactuar con otros músicos compositores y ejecutantes, y emprender nuestro camino de búsqueda de obras creadas en todas la épocas, para que tengamos cada vez más un amplio espectro de lo que es la gran chamana: la música!
¿Qué perdemos con decidir estudiar estas leyes ancestrales que nos han servido de base para hacer que la música se transforme y se nutra de nuevas corrientes una y otra vez a través de la historia? No lo descartemos. Abramos las puertas del conocimiento y cambiemos el rumbo de este viaje…