En el momento en el que nos sentamos en el piano, nos imaginamos que estamos haciendo como un lavado, una ceremonia, un ritual preparatorio para que el resto de nuestro trabajo sea más provechoso y placentero que el día anterior, distinto, como si tomáramos en nuestras manos una flor muy pequeña, muy delicada, sabiendo que en un abrir y cerrar de ojos se va a deshacer, y tenemos que conservarla con mucha atención, con mucho cariño, con mucha devoción.
Cada estudio, escala, arpegio, ejercicio y obra que escogemos para este programa de entrenamiento, hay que considerarlo y tratarlo como si fuera esa flor.
¿Por qué?
Porque estamos haciendo constantemente un “refresh” a esa misma información que enviamos día a día a nuestro cerebro, a nuestro disco duro, y este disco duro lo va a volver a procesar (sin filtro), una y otra vez; como si fuera una nueva información.
Es como si todos los días volviéramos a nacer. (¿Es así?)
Y como vamos a ir perfeccionándolo, (lo haremos todos los días), lo ideal es que ese procesamiento cada vez va a ser más depurado, limpio, y quedará bien archivado en la “caja negra”.
Si lo estudiamos con prisa, con errores, sin poner atención… así el disco duro lo va a archivar. Será totalmente nuestro y nos va a acompañar por muchos años.
A medida que vamos avanzando y añadiendo obras como Preludios y Fugas de Bach, o Estudios y Preludios de Chopin por ejemplo, caeremos en cuenta de que nuestro “repertorio” (siguiendo el entrenamiento ya más extenso), es cada vez más amplio y completo, al tiempo que nuestra energía va cambiando también.
Nos vamos convirtiendo en seres distintos, más profundos y reflexivos, más selectivos, más “buscadores y hacedores de flores”, de “sonidos”, más depurados e inteligentes.
Que el entrenamiento para un artesano de sonidos sea un hermoso ritual cada vez que salga el sol, para entrar en la dimensión de todo aquello que vamos a producir con nuestros dedos, para abrir las puertas de ese océano, de ese prodigio que nos está vedado porque nos entregamos sin pensar a la necesidad y la vida ordinaria, en nuestra consciencia ordinaria.
Huyamos! Hay que transformarse!
No nos dejemos atrapar por el día a día porque así no se nos va a mostrar esa “Flor”.
Sigamos este viaje que siempre nos invita a redibujarnos…